viernes 05 de octubre de 2012, 08:23h
Si hiciéramos
caso a la reacción de los partidos políticos, tendríamos que afirmar que la corrupción no existe en España.
Cuando surge un problema de corrupción, lo primero que hace el partido implicado
es echar balones fuera. Si el asunto acaba en el juzgado, entonces se controla
el daño para que no suba a los niveles más altos, se expurgan a los procesados
y aquí no ha pasado nada. Los líderes desconocían el caso, y como siempre, se enteran de todo por la prensa. Al final, las grandes redes de corrupción política se
convierten en asuntillos de poca monta organizados por políticos de tercera
fila.
En 30 años de democracia, ni un solo partido ha
detectado a un corrupto entre sus filas y lo ha llevado ante los tribunales.
Han sido los medios de comunicación y la opinión pública quienes los han
desenmascarado.
Los partidos solamente reconocen la corrupción
en las filas del rival. Son expertos en ver la paja en el ojo ajeno. Y si
alguien le pregunta, sus voceros tienen la respuesta preparada: "Aquí no hay
corrupción, mire en el partido de
enfrente".