El mayoritario y silencioso cabreo nacional
Aunque es una solenme tontería que las
comparaciones sean odiosas -la comparación es inevitable, necesaria y
clarificadora- no voy a establecer paralelismos entre lo que ocurrió en
Paris en el mítico Mayo del 68 y lo que podría o debería pasar en esta
España que vive estos días un sobrecalentamiento en todos los sectores
que en nada beneficia a nadie. Tenemos hoy tantos frentes abiertos que
desde todos lados se protesta -y yo creo que en muchos aspectos es
necesario y positivo aunque no esté de acuerdo con las formas- por esa
amalgama de problemas que viene arrastrando España y que hoy se agravan
mucho más por culpa de la crisis que nos afecta a todos.
Cuando hablaba de comparaciones me refería a que, tras los sucesos
del Mayo parisino, los gaullistas convocaron el 30 de mayo una
manifestación "En defensa de la República" en los Campos Elíseos, a la
que acudieron más de 300.000 personas mostrando su apoyo al Presidente.
No es el caso, obviamente, pero si parece evidente que una inmensa
cantidad de ciudadanos que componen eso que se ha dado en llamar
"mayoría silenciosa" no están de acuerdo con muchas de las cosas que
vienen ocurriendo y no sé si sería posible esa manifestación;
seguramente no porque en el fondo resultaría absolutamente caótica y
dispersa, pero al menos si me voy a permitir levantar la voz en su
nombre y recoger aquí lo que creo que a miles de españoles no nos
molesta ya: ya nos cabrea y nos cabrea hasta extremos que harían temblar
al Gobierno y a la clase política si fueran capaces de entender cómo
respira este pueblo que, por ahora, mira y calla.
Nos cabrea la corrupción generalizada y sin consecuencias de las
instituciones. Nos cabrea que los partidos se hayan convertido en
maquinarias de poder sin otros objetivos que sus propios intereses y
clientelas. Nos cabrea el funcionamiento de una Justicia contradictoria,
imprevisible y politizada. Nos cabrean unos sindicatos que ejercen el
monopolio de la representación a los trabajadores aunque la mayoría no
nos sentimos representados en absoluto por ellos y que son una copia de
los males que afectan a los partidos. Nos cabrea que el Gobierno no
cumpla con lo prometido y que a la hora de recortar en lugar de elegir
en mejor camino que es el más trabajoso, se decida por el más fácil que
es estrujar a las clases medias colocando en grave riesgo a los menos
favorecidos. Nos cabrea que los que comparten nuestro cabreo lo hagan a
pedradas y quemando contenedores. Nos cabrea que quienes mandan en las
Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado carezcan de otros métodos que
los empleados estos días. Nos cabrea la falta de sensatez de muchos de
los que tienen responsabilidades públicas. No cabrea el doble lenguaje
de los nacionalistas y el permanente chantaje de sus políticos a los
distintos gobiernos convirtiendo el Congreso en un mercado. Nos cabrea
una Ley Electoral que no es justa. Nos cabrea que nadie de los que
pueden mueva un dedo para meter en vereda a las instituciones
financieras, que los bancos se dejen salvar pero no salven -sino más
bien al contrario- y que en las Cajas, que no son ni eran privadas, no
se exija en primer lugar devolver lo expoliado y en segundo lugar
responder ante la justicia por ese expolio inmoral, interesado,
clientelista y abusivo.
Y podríamos seguir con una lista interminable de los abusos que se
han cometido en nuestro nombre, por el bien de todos en un derroche de
cinismo e hipocresía. Hay un inmenso cabreo nacional, un cabreo aun
silencioso porque todos sabemos que hay otra forma de hacer política,
que hay otra manera de mantener la democracia; pero mientras la
posibilidad de ese cambio siga en manos de unos partidos incapaces
corruptos, las posibilidades de cambio son remotas. Yo no voy a tomar el
Congreso, pero desde luego me resulta imposible respetarlo.