Los que ven en la foto situada al término de este texto son dos jóvenes australianos, Tamsyn y James Vohradsky,
que parece que posaran como héroes o afortunados, modelos sociales o
algo parecido. Atendieron a los medios como estrellas porque fueron los
primeros clientes en su país en comprar el iPhone 5 este viernes en la tienda Apple de Sídney. Por eso del cambio horario, llegó antes que a Europa. Aquí, más de 300 personas hacían cola en la madrileña Puerta del Sol para ser los primeros en hacerse con este móvil de ultimísima generación.
La
grotesca imagen de esas locuras colectivas por hacerse con tecnología
cara y superflua contrasta con los tiempos tan difíciles que
atravesamos, un paro desbocado en nuestra querida España, un
empobrecimiento generalizado y unos impuestos que hacen que vivir cada
vez sea más difícil. ¿Qué nos hace tan adictos a las nuevas tecnologías?
¿Es una manera de escapar de monotonías y otras carencias sociales?
¿Tapamos así otras frustraciones personales o aparentamos un estatus
social más alto y mejor?
La verdad es que a nosotros nos encanta que la
gente pueda comprarse lo que quiera. La sociedad de consumo tiene sus
ventajas e inconvenientes, pero ante todo está la libertad, y la del
consumidor es tan válida como cualquier otra. Pero ahora que estamos
perdiendo poder adquisitivo, derechos y coberturas sanitarios, servicios
sociales y educativos... ¿qué se nos pasa por la cabeza para enloquecer
por un dichoso teléfono que aunque mejore anteriores prestaciones, no
hace peores a los móviles que ya tenemos en nuestro poder desde hace
meses o años?
No es que vivamos sólo en un mundo 'iphonizado'.
Es algo peor: vivimos en un mundo de la imagen y la apariencia, de lo
superfluo, donde ensalzamos lo material y accesorio y callamos ante las
pérdidas de cosas más valiosas de nuestras vidas.
Ésta es la foto en cuestión: