El 9 de julio de 2006, en el minuto 110 de la prórroga,
Zinedine Zidane se retiraba definitivamente del fútbol por la puerta de atrás.
Unos segundos antes había derribado de
un cabezazo al 'sospechoso habitual' Marco materazzi. El escenario era el estadio
Olímpico de Berlín y la cita, la Final del Campeonato del Mundo. El mejor
jugador de su generación dejaba a su selección con diez ante una Italia que
acabaría levantando el título en los penaltys. Ahora ese momento ha quedado
inmortalizado en una escultura de cinco metros de altura a la puerta del Museo
Pompidou de París.
Ha sido el artista Adel Abdessemed el encargado de inmortalizar uno de los episodios que menos se deberían recordar de la carrera de uno de los mejores jugadores de fútbol de la historia. Pero parece que con los años el cabezazo va camino de convertirse en uno de los momentos más recordados de este mago del balón, que ya contaba con otros momentazos como los dos goles en la final del Mundial 98 o el golazo de volea en la final de Champions contra el Bayer Leverkussen.
Evidentemente aquella acción no fue justificable, a pesar de las malas artes de Materazzi, sobre todo porque no fue la primera vez que perdía los nervios en un partido, pero los que han visto jugar a Zidane saben que todo lo que hacía sobre el campo tenía 'arte'.