La
enfermedad de alzheimer que aniquila la memoria reciente del paciente
es una tragedia que, según datos de la Asociación de Familiares de
Alzheimer (AFA), afecta a 900.000 españoles. El paciente, por
ejemplo, olvida dónde acaba de dejar las llaves y llega a olvidar
también los nombres de sus hijos. Pero, sin embargo, puede recordar
la letra de una canción que aprendió en la infancia o la alineación
del equipo de fútbol que memorizó a los nueve años.
¿Hay
sarcasmo mayor de la naturaleza que uno haya olvidado los nombres de
sus hijos y pueda cantar un fragmento de zarzuela - "hace tiempo
que vengo al taller / y no sé a qué vengo" - o decir de
carrerilla la alineación de la selección española de fútbol de
1955 encabezada por Ramallets, Alonso y Biosca? A los 900.000
enfermos de alzheimer, según la AFA, como damnificados directos,
hay que sumar la cifra de esa legión de cuidadores de estos
enfermos que, en su inmensa mayoría, son mujeres. El varón tiene
un instinto innato para huir de los enfermos y, sobre todo, si son
enfermos graves. Más aún, un hombre no solo suele huir de cuidar a
un enfermo de alzheimer sino, como escribió Teresa Viejo en su
excelente libro Cómo ser mujer y trabajar con
hombres, incluso no comunicará a nadie que
tiene un familiar que sufre esta enfermedad.
En esta ley del silencio
viril sobre el alzheimer hay, como mínimo, una excepción, la del
poeta Alberto Ávila Morales, autor del magnífico libro Para
Isabel. Gritos de amor contra el alzheimer, publicado
por Sial Ediciones.

Sexo, religión y fútbol para hacer reir al lector en los 'Cuentos reunidos' de nuestro colaborador Ramón Irigoyen
www.ramonirigoyen.com