Un nuevo gobierno para una nueva sociedad
viernes 21 de septiembre de 2012, 11:32h
Las personas de mi generación, que tenemos pasado y memoria, y que hemos
tenido la suerte de vivir como muy jóvenes primero y adultos después la
transición política y las tres décadas posteriores, hemos asistido y
presenciado como actores privilegiados, en primera fila, los distintos cambios
que ha sufrido España. Cambios y transformaciones que han sido muchos,
importantes y de diverso signo. Fuimos capaces de construir entre todos una
democracia, y de crear bonanza económica.
El resultado es que hoy contamos con numerosos derechos individuales e
importantes conquistas sociales; al tiempo que hemos disfrutado durante muchos
años de unos índices de comodidad, riqueza y bienestar extraordinarios. Todo
ello gracias al avance de la ciencia y la técnica, a la modernización de
nuestro país, así como a la democratización de numerosos beneficios, bienes y
derechos antes reservados a ciertas capas privilegiadas de población y que hoy
en día constituyen ventajas de general acceso. Piénsese en la educación universitaria,
por poner un único ejemplo. O en el AVE, que permite hacer cómodamente viajes
en los que antes invertíamos un tiempo cuatro veces mayor.
Pero no todos los cambios ofrecen un balance tan positivo. En los últimos
años hemos visto cómo en España, una profunda crisis económica, claramente
agudizada por un gobierno nefasto, se convertía en una dramática crisis social
y terminaba enfrentándonos a una creciente crisis política e institucional. Por
vez primera, los hijos, lejos de aspirar claramente a mejorar la situación de
sus padres, prácticamente aspiran a conseguir no un trabajo mejor, sino
simplemente, trabajo.
Se invierte el paisaje social tradicional, ya que, desde que yo recuerdo,
cada generación de españoles ha podido transmitir a la siguiente una vida mejor
que la que había recibido en herencia. Hoy en día, lejos de poder comenzar
ilusionados su andadura personal y profesional, los jóvenes luchan contra
cifras de paro juvenil inasumibles. Pero es que además, la consideración que
cada sociedad concede a su juventud señala cuánto confía un país en alcanzar
metas más altas.
Sumar antes que restar
Es necesario reaccionar, y España lo ha hecho. El Gobierno de Mariano Rajoy
tiene sobre él una importante responsabilidad. No podemos defraudar a los
españoles, a los que nos han votado y a los que no lo han hecho. Porque desde
el gobierno tenemos la valiosa oportunidad de poner en marcha nuestro programa
y con ello personificar una idea de Estado con determinadas creencias y
valores, pero queremos representar también a quienes no los comparten.
Para trabajar en esa dirección, y hacerlo con eficacia, debemos luchar con
fuerza y convicción contra la parálisis, contra el desencanto, contra el
desánimo; debemos remar todos juntos, hacerlo con fuerza contra el viento. Es
nuestro compromiso, nuestra tarea como políticos.
Porque esa es otra parcela que debemos recuperar, la de política como
búsqueda del interés común; la del trabajo de los políticos al servicio del
ciudadano. Debemos hacer una política de consenso, porque ganar unas
elecciones, aun tan claramente como lo ha hecho el Partido Popular, da derecho
a gobernar, pero no es un cheque en blanco para hacerlo de cualquier manera.
Por el contrario, la democracia actual, sofisticada, abierta y exigente, debe
satisfacer expectativas plurales de millones de ciudadanos, que son el pueblo:
ese pueblo que la democracia representa y a la que enaltece como régimen.
De ahí que muchos creamos que quien trata de construir acuerdos, pactos o
conciliaciones para ampliar las mayorías posibles, antes que relativizar su
discurso, lo fortalece, lo multiplica, lo legitima. Los gobiernos populares
desean sumar antes que restar, componer antes que dividir; en definitiva, unir
fuerzas, algo más necesario hoy que nunca. Con una actitud conciliadora,
moderada, homologable con los millones de ciudadanos que nos votan, que son muy
diferentes entre sí.
Cambiar la actitud de muchos políticos
También es necesario introducir otros cambios, a partir en muchos casos de
una sana autocrítica. En opinión de gran parte de la población española, los
políticos estamos muchas veces a años luz de sus problemas, que no compartimos
porque no los sufrimos. Tenemos por ello que crear una nueva política, que sea
del agrado de los ciudadanos, destinatarios de nuestro trabajo.
La nueva política es de los que están cerca de quienes sufren, cerca de
quienes tienen opinión formada, cerca de quienes se esfuerzan y trabajan, cerca
de quienes inventan y se arriesgan, cerca de quienes no tienen empleo o pasan
con una pensión insuficiente.
La nueva política no consiste en estar cerca sólo de quienes votan cuando
van a votar. La nueva política usa un lenguaje comprensible, evita la
ostentación y los privilegios, es atenta, educada y plural, cede protagonismo
en la foto a la sociedad y a los ciudadanos y escucha antes de responder. Es
autocrítica y reconoce que una de las reformas que España necesita es
precisamente cambiar la actitud de muchos de sus políticos. Queremos hacer una
nueva política, que es la que quieren los españoles, con más democracia, más
participación, más renovación, más autenticidad; tenemos que ser los
protagonistas de un verdadero cambio de actitudes en la política española.
Exceso de cargos públicos y políticos
Existe un exceso de cargos públicos y políticos, y debemos acometer la
supresión de organismos que aparentemente duplican competencias en diversas Administraciones,
o que la ciudadanía juzga como poco eficaces o incluso innecesarios. En este
punto, una de las reformas que quizá resulte más necesaria abordar con valentía
es la revisión de la construcción del Estado de autonomías con el que nos hemos
dotado. 17 comunidades autónomas que fueron fruto de una reacción contra un
Estado unitario uniformizador, con permanentes tensiones territoriales y que
necesitaba dar reconocimiento a las identidades nacionales.
A partir de ahí construimos un modelo único, llegando a un punto intermedio
donde las pluralidades territoriales fuesen reconocidas, dentro siempre de un
único estado soberano. Un modelo de autonomía a la carta, cuyo resultado ha
sido un reparto de competencias entre el Estado y las Comunidades Autónomas, en
el marco del Título VIII de la Constitución, que ha operado la
descentralización más intensa de la Unión Europea, pero que sin embargo, no ha
sido suficiente para las aspiraciones de las fuerzas nacionalistas y que, aun
habiendo solucionado grandes problemas históricos, comienza desde hace algún
tiempo a crearlos.
Porque hoy en día este modelo se revela claramente ineficaz. Y un pueblo
como el español, en el siglo XXI, debe acometer con valentía y sin complejos lo
que a la luz de la experiencia de casi 30 años resulta necesario cambiar. Desde
la madurez política que nos da una democracia consolidada, hemos de ser capaces
de distinguir claramente dos realidades que no pueden confundirse, como son la
autonomía política, con su vertiente pura y simplemente administrativa, que ha
desembocado en ciertos casos en burocracia, duplicidades, ineficiencia, o
desmesura en el gasto.
No es posible acometer políticas eficaces en objetivos clave para un país,
como son la Educación, la Sanidad, la fiscalidad y otras muchas áreas que
demandan claramente una dirección única, desde 17 centros de poder y otras
tantas Administraciones. No podemos tener, por poner un único ejemplo, 17
calendarios de vacunación distintos. Eso crea incertidumbre, dispersa la
necesaria unidad de acción, y en definitiva, supone una merma del bienestar del
ciudadano, lo contrario de lo que se pretendía con el acercamiento de las
decisiones a sus destinatarios al instaurar nuestro sistema autonómico.
Un gran pacto para reformar el Estado autonómico
La crisis económica actual demanda a gritos eficiencia de los gobiernos y
las Administraciones, racionalidad y equidad en el empleo de los recursos
públicos, en estos momentos más escasos que lo han sido en mucho tiempo.
También les exige actuar con más sentido común que nunca. No es lógico ampliar los
espacios y destruir fronteras a nivel europeo, para luego poner trabas en
nuestro mercado interior. Y ello ocurre no sólo a nivel económico, sino en
muchas otras áreas que afectan al día a día de la ciudadanía.
Se puede perfectamente conservar las instituciones de autogobierno,
centralizando la gestión administrativa de los servicios comunes de España,
respetando ámbitos de decisión unitarios en materias fundamentales. Hoy más que
nunca es necesario abrir puertas en lugar de cerrarlas, flexibilizar en lugar
de imponer moldes rígidos. Sería irresponsable no hacerlo.
Ciertamente se trata de un gran reto, el de construir un Estado en el que
todos podamos sentirnos cómodos, compartiendo nuestras diferencias y
semejanzas. Los constituyentes fueron capaces de crear un sistema autonómico a
partir de un consenso, en circunstancias mucho más adversas. Hoy en día, con
una democracia fuerte y un mayor grado de madurez política, es necesario
afrontar su actualización, y nos
corresponde a sus sucesores estar a la altura y lograr un gran acuerdo de
Estado basado en el peso de nuestra historia pasada, de nuestra experiencia
reciente, de la realidad social, económica y política española y de las
profundas diferencias que el actual modelo produce.
Todos los retos anteriores son, sin duda, complejos, pero son también
ineludibles, y están a la altura de nuestro compromiso con España. Los
acometeremos desde la ilusión y el entusiasmo, el que nos produce ser
españoles, y poder continuar la cadena de sueños, aspiraciones y gestas de las
generaciones que ya se fueron y además de las que llegarán. Lo haremos desde el
orgullo que nos da el ver todo lo que tenemos, y sobre todo lo que somos
capaces de hacer.
Hemos conseguido disfrutar de la democracia, ser prósperos, exportar un
idioma y una cultura al mundo y vivir pacíficamente configurando un buen
ejemplo para el resto de naciones de la tierra. Y nos reconocemos como
herederos y continuadores de ese trabajo esforzado: el que nos ha traído hasta
aquí, el que nos llevará a momentos mejores y a logros importantes, que están
por venir. Logros que queremos conseguir con nuestro esfuerzo, de los que
queremos ser protagonistas. En definitiva, retos difíciles, pero apasionantes,
que afrontamos con la fuerza que nos da el suelo que pisamos, el aire que
respiramos, la forma en la que vivimos y sentimos: con la fuerza que nos da
España.
Es tiempo de apuntar al futuro y no dejar la
mirada detenida. Hemos de luchar por la España 2020 que está por llegar.
Esteban González Pons es vicesecretario general de Estudios y Programas del
Partido Popular
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Comentarios
Últimos comentarios de los lectores (3)
13553 | Cuquiña - 22/09/2012 @ 22:59:41 (GMT+1)
Muy bonito lo que dice, pero a mí lo que me interesa de verdad es lo que hacen. Los españoles con el cinturó apretado hasta lo imposible no queremos que los políticos estén llenos de privilegios. No sé si será verdad que hay unos cuantos y algunos de su partido, que cobran 1.800 euros al mes para vivienda, cuando tienen piso en propiedad en Madrid, eso es escandaloso e inaceptable. Estos abusos hacen revolverse en el asiento a los españoles que tantas estrecheces están pasando. Suprimir privilegios, debiera ser lo prioritario de su gobierno. Quitar subvenciones a partidos políticos, patronal y sindicatos, lo segundo, etc. etc. etc.
13515 | pascuamejia - 21/09/2012 @ 22:54:11 (GMT+1)
Es un discurso facilón y baratero, muy de mitin en "gandía" y que los de gandía me perdonen. Este souflée con que hoy nos regalas, aire envuelto en tinta, es inadmisible por completo. Los cambios que se han producido en las Españas desde 1975 se han hecho no gracias a los políticos sino más bien a pesar de. No quiero enzarzarme, pero me alineo con pikerton. Hace falta tener la jeta de cemento armado.
13466 | Pikertom - 21/09/2012 @ 12:35:06 (GMT+1)
He visto políticos con mucha cara dura, pero como usted a ninguno. Usted y su partido están destruyendo el Estado de Bienestar, no por cuestiones económicas, sino por cuestiones ideológicas. Además de eso, desde que llegaron al poder, nunca antes el Congreso de los Diputados ha sido tan ninguneado democráticamente como ahora, ni el presidente del gobierno ni los ministros de dicho gobierno dan explicaciones de sus actuaciones ante las demás fuerzas parlamentarias. Nunca antes los ciudadanos han visto recortada su libertad para expresar sus opiniones... Menos cara dura, señor político.
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