Tenía 97 años e iba muy avanzado
para cumplir los 98, pero murió tranquilamente mientras dormía la siesta. Con
la muerte en la tarde de este martes de Santiago
Carrillo Solares (Gijón, Asturias, 18 de enero de 1915) finaliza
realmente toda una época histórica. Después de la muerte de Manuel Fraga el
pasado 15 de enero, Carrillo era quizá el único representante que quedaba de
aquella España que llegó a oler a sangre y a pólvora de guerra civil, pero que después
se reconvirtió en olvido y abrazo de reconciliación.
No es fácil
glosar la figura de Santiago Carrillo, como no lo fue hacerlo con la de Manuel
Fraga. Carrillo representó toda una etapa, todo un siglo, el XX español. Casado
con Carmen Menéndez, tenía tres hijos (Santiago, profesor de matemáticas;
Jorge, economista, y José, licenciado en Exactas). Era hijo del obrero fundidor
y líder socialista Wenceslao Carrillo (1889-1963), con quien discutiría y
mantendría luego una terrible correspondencia política.
Pero hasta
entonces, el joven Santiago comenzó su actividad profesional en una imprenta en
la que se editaban las publicaciones del PSOE, en la que comenzó como botones y llegó a periodista. En este
campo profesional, fue redactor municipal de El Socialista, redactor de Cortes de Tribuna y director de la revista Renovación, una profesión que nunca olvidaría del todo y retomaría
muchos años después, alejado ya de la política activa y tras su 'autoexpulsión'
del PCE.
Inició su
militancia política en las Juventudes Socialistas (1928), de cuya organización
fue secretario general del Comité de Madrid (1931) y secretario general (1934).
Fue encarcelado (1934/ 1936) por su participación en la revolución de
Asturias y a su salida de la cárcel, en 1936, fue uno de los principales artífices
de la fusión de las Juventudes Socialistas con las Juventudes Comunistas, que
dio lugar a las JSU (Juventudes Socialistas Unificadas), de clara tendencia y
preponderancia comunista, en las que desempeñó siempre puestos de especial
significación.
Los fantasmas de Paracuellos del Jarama
Su trayectoria
política ya estaba clara, y conformaría algo que no olvidaría el Partido
Socialista, que nunca se lo perdonó: al estallar la Guerra Civil ingresó
en el Partido Comunista de España (PCE, julio de 1936) y al constituirse la Junta de Defensa de Madrid
(noviembre de 1936), fue comisario de Orden Público y miembro de la Junta, encargado de las
cuestiones de orden público (dimitió en 1937).
Mientras permaneció en ese cargo
se produjeron los fusilamientos de Paracuellos del Jarama (Madrid, noviembre y
diciembre de 1936), por lo que algunos autores (Guillermo Cabanellas y Ricardo
de la Cierva,
entre otros), le han achacado la responsabilidad de las ejecuciones, imputación
que Carrillo ha rechazado siempre, señalando que él sólo se limitó a ordenar el
traslado de unos presos de Madrid a Valencia, los cuales fueron fusilados en el
camino "por fuerzas que en ese
momento no pudimos concretar quiénes eran" (Diccionario de la
Guerra Civil española, Manuel Rubio Cabeza, Editorial
Planeta, Barcelona, 1987).
Paracuellos
siempre le persiguió, y Carrillo siempre negó que tuviera nada que ver con aquella
masacre. Hace casi dos años, llegó a mandar al "infierno" a un
conocido periodista radiofónico cuando le insistió por tercera vez consecutiva
en directo en antena por aquellos sucesos: "Váyase usted al infierno", le dijo.
Fulgurante carrera en el PCE
Lo
cierto es que su carrera fue fulgurante: en febrero de 1937 figuraba ya
en el buró político y en el Comité Central del PCE, pero a punto de finalizar la Guerra Civil cruzó la
frontera francesa y llegó a París (febrero de 1939), iniciando un exilio que
fue un periplo universal: Francia, Unión Soviética, Estados Unidos, Argentina,
México, Cuba, África del Norte y, finalmente, París (donde fijó su residencia
bajo el seudónimo de Giscard); desde
todos los países citados prosiguió su lucha contra Franco, responsabilizándose
de la reorganización del PCE, partido en el que desde 1946 figuró como delfín de Dolores Ibárruri, Pasionaria.
Como dirigente
comunista en el exilio, fue uno de los principales impulsores de la lucha
guerrillera en los Pirineos, formó parte del Gobierno Republicano en el exilio
presidido por José Giral (1946), propició el cambio de orientación del PCE (en
1956 definió la "política de
reconciliación nacional", lo que produjo una primera escisión de
carácter marxista-leninista) y culminó su carrera política en el VI Congreso
(1960), cuando Dolores Ibárruri fue elegida presidenta y él secretario general,
cargo en el que permaneció durante veintidós años (hasta 1982), consiguiendo mantener
el poder frente a las tendencias marxista-leninistas (1963 y 1968),
democratizadoras (1964 y 1982) o estalinistas (1971).
El pacto
antifranquista y el eurocomunismo
Fue el propio
Carrillo el que consiguió romper lazos definitivamente con la Unión Soviética
tras la invasión de Checoslovaquia; defendió la autonomía de los diferentes países
europeos para buscar su propio camino hacia el socialismo y con respecto a
España, formuló su política de pacto con todas las fuerzas antifranquistas,
posiciones que fueron perfilando su línea eurocomunista.
Pese a todo, fue expulsado de Francia (14.8.1971) y de Alemania (mayo de 1972).
Fue uno de los
creadores, junto con Rafael Calvo Serer, de la Junta Democrática
(1974), integrada por fuerzas y personalidades políticas opuestas al régimen. Genio
y figura, en un intento de agilizar la apertura política, celebró una
conferencia de prensa en Madrid (10.12.1976), para que quedara constancia de
que había estado residiendo en la capital española desde el 7 de febrero de 1975.
Su osadía desencadenó una amplia operación policial que desembocó en su
detención (22.12.1976, junto a otros siete dirigentes del PCE) y su
procesamiento por asociación ilícita. Su pulso con el Gobierno se saldó con ocho
días de cárcel (salió el 30 de diciembre) y una fianza de trescientas mil
pesetas.
El Gobierno de
Adolfo Suárez ya había celebrado el referéndum para la Reforma Política
y quedó claro que el PCE, aunque ilegal, era tolerado. Carrillo aprovechó la
ambigüedad calculada de la situación para dar un nuevo golpe de efecto,
celebrando en Madrid una cumbre eurocomunista (febrero de 1977) a la que
asistieron el italiano Enrico Berlinguer (PCI) y el francés Georges Marchais
(PCF). Finalmente, Suárez aprovechó las vacaciones de Semana Santa para
legalizar el PCE, el 9 de abril de 1977, el famoso Sábado de Gloria... o, más bien, el Sábado Santo Rojo.
Ya en
democracia, Carrillo fue reelegido secretario general (IX Congreso), obtuvo 20
diputados en las elecciones de 1977 y 23 en las de 1979, participó en las
negociaciones de los Pactos de la Moncloa con el
gobierno y el resto de la oposición para reconducir la economía y firmó un
pacto municipal con el PSOE que dio la mayoría de los gobiernos locales a los
partidos de izquierda (elecciones municipales de marzo de 1979). Pero no
consiguió el principal objetivo comunista: liderar la izquierda en España,
papel que los votos dieron al PSOE.
Carrillo y el
23-F
Carrillo,
junto Adolfo Suárez y el teniente general Manuel Gutiérrez Mellado, alcanzó una
justa fama de irreductible la tarde-noche del 23 de febrero de 1981, cuando el
entonces teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero Molina y dos cientos
guardias civiles asaltaron el Congreso de los Diputados. Gutiérrez Mellado se
enfrentó al teniente coronel, quien no pudo derribar al anciano general,
mientras Suárez y Carrillo fueron los únicos diputados que no se arrojaron al
suelo cuando los guardias civiles dispararon sus armas automáticas al techo del
hemiciclo.
Según confesaría años más tarde, en aquel momento Carrillo
pensó que le iban a matar si el golpe triunfaba y "por dignidad" decidió
mantenerse sentado en su escaño cuando Tejero ordenó a tiros a los diputados
que se echaran al suelo. Así lo afirmó en el programa "Conversas con Mario
Soares", del canal estatal portugués RTP Lisboa (EFE, 18.4.1999): "En ese
momento yo sufrí mucho, no por quedarme sentado, sino porque los otros se
tiraban al suelo. Me indignaba que la
Cámara se humillara de esa manera".
"Desde que vi entrar a Tejero supe que si aquello
triunfaba me mataban. Como a todos los que hemos estado enfrentados a una
dictadura, sabía que esa lucha podía llevarnos un día a morir. Yo dije, bueno,
te ha llegado tu hora. Lo importante es que lo hagas con dignidad, que no se
rían de ti estos bárbaros y por eso me quedé sentado sin dudarlo...".
En ese programa, Soares afirmó que le dijo a Adolfo
Suárez en una reunión que mantuvieron en Lisboa que si no se legalizaba el
Partido Comunista (PCE) "no habría democracia en España". Carrillo sostuvo que
en cuanto contactó con Suárez se convenció de que éste estaba resuelto "y de
que el Rey estaba resuelto" a admitir la existencia de una democracia
parlamentaria. "A partir de ese momento no tuve ninguna duda ni en el tema de
la monarquía porque el rey era el líder político del reformismo del régimen".
Respecto a sus relaciones con la antigua Unión
Soviética, Carrillo señaló que se llevó mucho mejor con Stalin y con Kruschev
que con Breznev, que no paró hasta conseguir que perdiera el liderazgo del PCE.
"Breznev había jurado terminar conmigo desde la Conferencia del
Movimiento Comunista de 1970 ó 1971. Allí me dijo: 'Ten mucho cuidado con lo
que vas a decir porque te juegas la amistad de un país de 200 y pico de
millones y de un partido de 14 millones. Piénsalo con la almohada'".
Según él, Breznev quería que no criticara la invasión de Checoslovaquia
(1968) y que no hablara de las relaciones con China, además de que tampoco le
gustaba el tono eurocomunista (comunismo democrático) de su discurso. Al
rechazar las exigencias de Breznev, la embajada soviética en Madrid se
convirtió, posteriormente, "en un lugar de conspiración" contra su ejecutiva.
Las crisis políticas
Las
peculiaridades de la transición abrieron profundas crisis en un PCE dirigido
férreamente por Carrillo; la fundamental (1981, subsiguiente a la que habían
experimentado el PSUC catalán y el PCE vasco, el EPK), con los llamados renovadores que se solidarizaron con el
dirigente nacionalista vasco Roberto Lertxundi, mostraron su desacuerdo con la organización
del partido y con la rigidez de sus planteamientos y fueron expulsados del
Comité Central (Tamames y Almeida entre muchos otros).
Carrillo se
impuso a los renovadores en el X
Congreso (julio de 1981), pero el desastre electoral en las elecciones
andaluzas (mayo de 1982), primero, y en las generales a continuación (octubre
de 1982, en las que el PCE perdió 19 diputados, pasando de 23 a sólo 4), provocó una
primera dimisión calculada y no admitida (junio de 1982, en la que impuso al
Comité Central unas fuertes condiciones para continuar en el cargo) y después
una dimisión irrevocable (6.11.1982), sucediéndole el dirigente comunista
asturiano Gerardo Iglesias.
Esta vez, su
estrategia le fallaría: Iglesias, considerado hasta entonces como un hombre de
absoluta confianza de Carrillo y un secretario general de transición o títere, rompió casi inmediatamente
amarras con el sector carrillista del partido, dando lugar a una serie de
encuentros dialécticos que determinaron la salida del PCE de los prosoviéticos de Ignacio Gallego (enero
de 1984, para formar el Partido Comunista de los Pueblos de España, PCPE),
primero, y más tarde la de Carrillo y sus seguidores (15.4.1985), después de
acusar a la dirección comunista de liquidacionista.
Tras su
'autoexclusión' del PCE
«Autoexcluido» del PCE (según la
terminología aplicada en el momento), Carrillo decidió crear (noviembre de
1985) la Mesa
para la Unidad
de los Comunistas (MUC), formación que pasaría a denominarse Partido de los
Trabajadores-Unidad Comunista (PTE-UC) y con la que acudió a los comicios
generales de junio de 1986, no consiguiendo el acta de diputado. Un nuevo
fracaso electoral (elecciones europeas del 15.6.1989), le convenció de no
volver a concurrir a nuevos comicios.
Tras numerosas
negociaciones, Carrillo firmó el ingreso de los miembros del Partido de los
Trabajadores de España (PTE) en el PSOE (27.10.1991), como una corriente
interna bajo el nombre de Unidad de Izquierda, aunque él rechazó ingresar en
las filas socialistas por considerar que su larga historia de dirigente
comunista le concedía autoridad moral para sostener la posición de sus
camaradas, pero le inhabilitaba para desempeñar cualquier papel protagonista.
No opinó así su mujer, Carmen Menéndez, que sí ingresó en el PSOE (29.10.1991),
al considerar que "soy una militante
de base y no he tenido responsabilidad en el Partido Comunista de España".
Apartado desde
entonces de la política activa, Carrillo se dedicó a escribir libros y
artículos en los medios de comunicación y a dar conferencias. El 30.11.1993
presentó en Madrid sus Memorias en un
acto apadrinado por Rodolfo Martín Villa y Alfonso Guerra. En 1984 renovó su
carnet de periodista y pasó a dirigir el entonces semanario Ahora.
En octubre de 2005 recibió el título de
doctor honoris causa de la Universidad Autónoma de Madrid, de la que era
rector Ángel Gabilondo. Carrillo reivindicó la reconciliación nacional, pero un
grupo de unos 40 ultraderechistas trató de reventar el acto al grito de "asesino".
Hubo dos detenidos. Allí, Carrillo dijo: "He llegado hasta el día de hoy
animado por el sueño de otro mundo, un planeta poblado por mujeres y hombres
plenamente libres. Mi generación y las pasadas lo intentaron sin conseguirlo
plenamente. Pongo mi esperanza en las nuevas generaciones" (El País,
21.10.2005). Las páginas de Internet del entorno ultraderechista y el programa
de Federico Jiménez Losantos en la Cadena Cope, propiedad de la Conferencia Episcopal,
habían animado la protesta contra la concesión del título académico a una de
las mayores bestias negras del franquismo.
Es autor, entre
otros, de los siguientes libros: Después
de Franco, ¿qué? (Ediciones Sociales, París, 1965), La JSU está forjada en el yunque de la lucha
(JSU, Toulouse, 1946), Sobre algunos problemas
de la táctica de lucha contra el franquismo (Ediciones España Democrática,
Montevideo, 1961), Eurocomunismo y Estado
(Editorial Crítica, Barcelona, 1977), Partido
Comunista de España (Editorial Albia, Madrid, 1977), La propuesta comunista (Editorial Laia, Barcelona, 1977), Un futuro para España, Libertad y socialismo, El año de la Constitución
(1978), Memorias de la Transición (1983), El año de la peluca (1987) y Memorias (1993).
Fue diputado del
PCE por Madrid en las Legislaturas Constituyente (1977-1979), I (1979-1982) y
II (1982-1986).
>> Vea la entrevista de Santiago Carrillo en Diariocrítico:
Santiago Carrillo, descanse en paz. En cuanto a los comentarios que tratan de denigrar su figura histórica por cuestiones ideológicas, solo diré que mientras don Santiago fue artífice indiscutible de la reconciliación de todos los españoles, padre de nuestra actual Constitución y defensor a ultranza de un sistema democrático perdurable, otros mataban a abogados en Atocha y perpetraban actos terroristas para impedir un futuro de libertad. Estos comentaristas, llenos de odio, supongo que vivían de puta madre con Franco.
Me parece que confundes el culo con las témporas. A ver qué carajo tiene que ver Carrillo con Zapatero. Por supuesto que los sistemas comunistas son aborrecibles, pero te recuerdo (porque siempre se les olvida), que los que la liaron en la Segunda Guerra Mundial fueron los fascismos y nazismos, de ahí el rechazo internacional. Por lo demás, está claro que la reconciliación nacional fue más de unos que de otros: "ustedes olvídense de todo, que nosotros nos quedamos quietos y no la liamos otra vez como el 36".
Pues no acabo de entender que un sistema tan genocida como el comunismo con mas de cien millones de muertos a sus espaldas no se condene como el fascismo o el nazismo por nombrar algunos. Carrillo fue un criminal lo demás es cinismo y sectarismo, si unos llaman genocida a Franco, Carrillo ¡¡¡¡¡¡fue mejor No y los ZPPSS y compañía han creado odios y gentes necias y obtusas con alianzas y homilías de POGRES Y ROJOS
Visto lo visto, si todos los rojos que todavía tiene familiares enterrados como cochinos en verjas de cementerios y cunetas de viejas carreteras, quisieran ajustar cuentas con los verdugos o sus descendientes políticos, no habría represa en España que guardara toda esa sangre, así que mejor dejemos la fiesta en paz. Precisamente la transición fue pasar página, pero desde luego no olvidar. No olvidar es una cosa, y remover los odios nuevamente otra.
Podemos agradecer su labor en pos de la reconciliación nacional, que junto con Suárez, Tarradellas, Fraga y González, fueron los muñidores de nuestro sistema democrático. Mejor recordarlo por esto.
13346 | carlos garcia - 18/09/2012 @ 22:07:37 (GMT+1)
lo que veo es que falta en el titular decir que ha muerto, ¿no?, que me he tenido que ir a otro periódico. Descanse en paz, pese a ello, tan controvertida figura.
13345 | carlos garcia - 18/09/2012 @ 22:07:35 (GMT+1)
lo que veo es que falta en el titular decir que ha muerto, ¿no?, que me he tenido que ir a otro periódico. Descanse en paz, pese a ello, tan controvertida figura.
Que pena y falta de humanidad, cuando desaparecera el oio visceral entre los espanoles , estan ensanadose con un recien muerto, en mi vida he visto nada igual.
ESTE CRIMINAL DE GUERRA HA TENIDO UNA MUERTE (ECHANDO LA SIESTA) QUE NO SE MERECÍA. LOS VERDUGOS SE TIENEN QUE IR CON EL MISMO SUFRIMIENTO QUE INFRINGIERON A SUS VICTIMAS.