Mi profesor de
matemáticas del bachillerato solía decir que si dos exámenes coincidían en la
respuesta acertada, dicha coincidencia no era un indicador de que los
estudiantes hubieran copiado, porque verdad solo hay una, y necesariamente las
respuestas acertadas tenían que coincidir. Si por el contrario dos exámenes
coincidían en una respuesta errónea, entonces había que sospechar, porque los
errores son infinitos y, siendo infinitos, ya es raro que se produzca la
coincidencia de que dos estudiantes cometan el mismo error.
En alguna ocasión he
tenido que recordar el criterio de mi profesor de matemáticas. Lo cierto es que
me ha ocurrido muy pocas veces, pero me ha ocurrido; como imagino que a muchos
profesores a lo largo de su vida. En ocasiones tuve la convicción de que la
coincidencia entre dos exámenes sólo podía explicarse porque sus autores habían
copiado. Sin embargo tengo reconocer que se trataron de casos excepcionales.
Viene esto a cuento de la
noticia que hemos conocido esta semana sobre los 125 estudiantes de Harvard que
han contestado de manera sospechosamente parecida un examen. Imagino que
contestado mal, porque si no, siguiendo el razonable criterio de mi profesor de
matemáticas no habría nada que reprocharles. Pero si resulta sospechoso que
entre las infinitas respuestas erróneas coincidan dos estudiantes, que
coincidan 125 sería un verdadero milagro del cálculo de probabilidades. Así que
todo apunta a que, de los 279 estudiantes matriculados en la asignatura
Introducción al Congreso, 125 copiaron. En Harvard, sí.
Alguien podría decir que
Harvard es una universidad poco ejemplar, pero yo sigo pensando, sin albergar
ninguna duda, que es una de las mejores universidades del mundo, si no la
mejor. Es verdad que estamos ante un asunto desgraciado, y que la acción de 125
estudiantes no representa solamente el comportamiento desviado de dos o tres
manzanas podridas que se les han colado en el cesto. Sin embargo estoy
convencido de que la inmensa mayoría de los estudiantes de Harvard son intachables,
por eso me parecería estúpido escandalizarme por algo que ya sabía, y es que
también ellos son humanos. Y que, incluso los excelentes estudiantes de
Harvard, en determinadas circunstancias, pueden actuar de manera que más tarde
seguro que lamentarán, como nos ocurre a todos los seres humanos. Si, para
respetar o reconocer a cualquier institución humana digna de reconocimiento y
respeto, alguien exige que no haya en la misma ni un solo comportamiento
censurable, es un ingenuo, o algo peor.
Estoy seguro de que la
sociedad americana seguirá admirando y apoyando a Harvard, que tomará las
medidas disciplinarias pertinentes; pero a nadie se le ocurrirá organizar la
demolición de la prestigiosa institución universitaria. Sin embargo tengo la
incómoda sospecha de que, por menos casos que los ocurridos en Harvard, en
nuestro país hay quienes, por ingenuidad o por algo peor, están empeñados en
dinamitar todo el sistema político democrático.
José Andrés Torres Moraes diputado socialista por Málaga y portavoz de Cultura en el Congreso
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