Las vacaciones de la crisis (y Capítulo VI)
sábado 01 de septiembre de 2012, 10:33h
Anda que tiene uno vista de lince para elegir sitios de veraneo. Este
último fin de semana de agosto pensaba pasármelo gratis total en la
Costa del Sol en un apartamento de mi cuñado Germán y acercarme a
Marbella a ver a mi amigo Paco a que me invitara a comer en su magnífico
restaurante de La Casa de la Era, en la carretera de Ojén, pero no está
el horno para muchos bollos con el monumental incendio que se ha
declarado en la zona. Así que tendré que dejarlo para mejor ocasión. A
falta de pan buenas son tortas así que, antes de que se disparen los
precios con la subida de IVA, decidí darme un corte del escaso cabello
que me queda en la peluquería del Cortinglés para estar presentable en
las tres bodas que me quedan pendientes este mes de septiembre. Con la
que ya he tenido en agosto, que quieren que les diga, una ruína total.
Ya me dirán como afronta un parado cuatro celebraciones de este jaez
que, como todos ustedes saben, conllevan otros tantos importantes
regalos a los novios y, al menos, tres vestidos de mi señora con sus
correspondientes complementos, zapatos y tocados. Sin contar
desplazamientos, hoteles, trajes y chaqués míos y gastos supérfluos la
broma te sale por un ojo de la cara, cinco mil de ala, yéndonos por lo
corto. Una auténtica barbaridad. Y eso que yo pretendía ir de gorrón
este año de crisis y ahorrarme un buen dinerito a costa de verenear en
casas familares y amigos. Ja. Ni pidiendo el préstamo a Cofidis, como
proponía la parienta, le veo yo punta a este marathón festivo de agosto y
septiembre.Yo, a estas alturas de la película, estoy como Pepe Griñán.
No teniendo más remedio que recurrir al Fondo de Liquidez Autonómico,
vulgo FLA, que es el Cofidís que ha puesto en marcha Rajoy, para poder
pagar las nóminas del próximo mes de septiembre. Y es que si la Junta no
da abasto con los gastos de Educación y Sanidad, yo es que no llego
para pagar mi hipoteca por más recortes de que haga.
Sí quisiera
contarles como transcurrió mi último fin de semana que, como les he
adelantado, pivotó en torno a la boda de mi sobrina Pilar y tuvo lugar
en tierras aragonesas, concretamente en Zaragoza. Desde hace un mes, por
aquello del ahorro, he visitado todas las webs de vuelos "low cost"
hasta encontrar que la única compañía de este tipo que une Sevilla y
Zaragoza es, ya se lo pueden figurar, Ryanair. Reservé tres billetes de
ida y vuelta que, evidentemente, me salieron por menos de ciento treinta
euros. Tirado, claro. Lo malo es que tuve que facturar un maletón donde
iban los trajes y el capricho salió por cien euros más. A ello hay que
sumarle la subida de tasas de los aeropuertos españoles a partir del 1
de agosto, los taxis y los bocatas con lo que la factura final rondó los
trescientos euros. Días antes de empreder el vuelo comenzaron a inundar
los medios de comunicación noticias de esta compañía sobre aterrizajes
forzosos, recortes en el combustible de los aviones, colisiones y otras
cuestiones diversas que sembraron de inquietud el viaje. Tanto que uno
estaba dispuesto, a la hora de facturar, de darles una propina al piloto
para que cargara los tanques con suficiente queroseno. No sé, pero yo
andaba con la mosca detrás de la oreja. No pasó nada raro. Tanto que
hasta les compré el As de entre las miles de ofertas que te ofrecen
durante el viaje de algo más de una hora de duración, que más que en un
avión parece que están en el Mercadillo de Alcosa. Bien está lo que bien
acaba y, afortunadamente, el vuelo fue de película sin problemas de
ningún tipo. Y la boda, no hay que decirlo, magnífica.
De vuelta a
casa vuelvo a encontrarme con más de lo mismo. Sevilla desierta,
Gordillo y sus camaradas del SAT dando vueltas por toda Andalucía, la
Comisión de Investigación de los EREs fraudulentos de la Junta sigue con
sus comparecencias de personajes afónicos sin que nadie ponga en claro
quién se ha llevado el dinero de los contribuyentes y el caso de los
niños Ruth y José que comienza a resolverse gracias al empeño de su
madre por hallar sus restos. Total que se acaban mis "vacaciones
gorronas" y, si hago cuentas, me van a salir más caras que si me hubiese
alquilado el dichoso apartamento en Matalascañas. Ya sé lo que voy a
hacer el año que viene. Veranear en mi oueblo. No hay nada como volver a
nuestras raíces, sobre todo si estas raíces te dan alojamiento y comida
gratis durante todo el mes. Aburrirse se aburre uno una hartá, pero ¿y
lo que me voy a ahorrar en agosto de 2013 cuando Europa nos tenga
intervenidos y no nos deje ni gastar bromas?
Decía la canción de
los años sesenta del pasado siglo aquello de "cuando llegue septiembre
todo será maravilloso". Ja. Por lo pronto no se le ocurra retocar su
dentadura porque con el dinero que se va a gastar en las libretas y los
lápices de los niños no le va a quedar ni para tabaco, que por cierto
también subirá lo suyo. Que les sea leve.