Más
de 30.000 visitantes, que llenarían un tercio del estadio Santiago Bernabéu,
han visitado en la Biblioteca Nacional de España (BNE), entre el
30 de mayo y el 19 de agosto, la maravillosa exposición Góngora: la estrella inextinguible. Magnitud
estética y universo contemporáneo, organizada por Acción Cultural Española
(AC/E, unas siglas, por cierto, que son casi un calco del grupo australiano de hard rock AC/DC). Y, en la organización de la exposición han
colaborado con AC/E la BNE, que está
celebrando el tricentenario de su fundación,
el Ayuntamiento de Córdoba y la Universidad de Córdoba. Góngora (1561-1627) es el mayor poeta español para el crítico
norteamericano Harold Bloom. Nació en Córdoba, ciudad ya inmortal por sí misma
y a la que el poeta otorgó un plus de inmortalidad al cantarla en el soneto que comienza así: "Oh excelso muro,
oh torres coronadas...".
Harold Bloom pone de relieve la importancia de
la poesía de Góngora porque es un
referente ineludible en la historia de la literatura de nuestra lengua. Y llega
a afirmar que la poesía de Góngora, por lo que aporta, admite comparación con las contribuciones de
Shakespeare al teatro y de Cervantes a la novela. ¿Qué diferencia hay, no
obstante, entre las aportaciones de Góngora, Shakespeare y Cervantes? Digámoslo
sin ambages, como quería el gran poeta zamorano Claudio Rodríguez cuando
escribió aquello de "Siempre la claridad viene del cielo". Apliquemos, pues, el
candil y veremos que el teatro de Shakespeare y la prosa de Cervantes son de
lectura relativamente sencilla y clara y cualquier lector medio, con un poco de
esfuerzo, se entera perfectamente de lo que dicen sus textos y, sobre todo, si
los lee en ediciones con unas breves y excelentes notas a pie de página, como,
por ejemplo, la magnífica edición del Quijote que publicó en Planeta Martín de
Riquer.
Pero no podemos decir lo mismo de las grandes
obras de Góngora (Polifemo y Galatea,
Soledades, Píramo y Tisbe), que requieren varias relecturas para ser
disfrutadas. Como escribió Lorca, Góngora, más que para ser leído, es un poeta
para ser estudiado. Góngora, autor de más de 400 poemas, tiene también poemas de lectura relativamente
sencilla, aunque incluso en sus poemas con metros tradicionales - romances,
sonetos, letrillas... -, con frecuencia, le gusta mezclar lo culto con lo
popular. Cuando leemos a Góngora percibimos que él, no pocas veces, casi sufre por escribir en castellano.
Sus versos nos hacen sentir que la lengua en la que a él le gustaría escribir
es el latín. Por el orden de las palabras, ¿no suena a latín este comienzo del Polífemo?: "Estas, que me dictó rimas
sonoras, / culta, sí, aunque bucólica Talía, / oh excelso conde...". A mí estos
versos, y muchos más del Polifemo, que puedo recitar de memoria,
me parecen maravillosos. Y los memoricé bien porque, cuando estudié
preuniversitario, tuve la suerte de que, aquel año, en literatura, estudiamos
exclusivamente el Polífemo, del que,
por cierto, se suprimieron, absurdamente, unos 60 versos. La edición que
estudiamos, preparada por Dámaso Alonso, uno de los mayores gongoristas de la
historia, traía un fantástico prólogo de este autor de unas 300 páginas. Un
verso genial del Polifemo - "erizo es
el zurrón de la castaña" - me viene a la mente siempre que veo castaños en un
parque o en el campo, o incluso cuando veo castañas en una ferretería o, con
más frecuencia, claro, en el mercado, donde, por otra parte, es más difícil ver
alicates o martillos, que, como es sabido, tanto abundan en las sastrerías. Pero Góngora
estaba muy dotado para ver llaves inglesas en las pescaderías y salmonetes en
las zapaterías. Por eso lo adoraron los poetas de la generación del 27 -
Cernuda, Lorca, Alberti, Aleixandre, Diego, Alonso... -, que, en 1927, año del
tricentenario de la muerte de Góngora, le dedicaron al poeta cordobés un
célebre homenaje en el Ateneo de Sevilla.
Por cierto, en una carta mecanografiada
de convocatoria de este homenaje sevillano firmada por los seis poetas
mencionados y exhibida en esta exposición, hay dos o tres palabras mal
acentuadas, y dicho sea para regocijo de los alumnos/as de bachillerato que tienen
también sus batallitas con la
ortografía.
La exposición ha sido comisariada - ¡vaya
palabreja que, por otra parte, tanto le gustará al inquisidor Putin, tan
justamente satirizado por las Pussy Riot, tan vilmente condenadas a dos años de
cárcel! - por Joaquín Roses, profesor titular de literatura española e
hispanoamericana de la Universidad de Córdoba. Y reúne más de 200 piezas que incluyen manuscritos, cartas, cuadros,
esculturas, dibujos, grabados, instrumentos musicales, tapices y partituras,
con joyas supremas como los tres volúmenes del manuscrito Chacón de las obras
de Góngora o un retrato del poeta pintado por Velázquez. La exposición Góngora. La estrella inextinguible podrá visitarse próximamente en
Córdoba, en la sala Vimcorsa y Centro de Arte Pepe Espaliú, del 13 de septiembre al 11 de noviembre.
A Jaime Gil de Biedma le fascinaba
especialmente la letrilla de Góngora que comienza con estos versos: "No son
todos ruiseñores / los que cantan entre flores / sino campanitas de plata / que
tocan a la alba; / sino trompeticas de oro, / que hacen la salva / a los soles
que adoro". La letrilla tiene otras tres estrofas maravillosas.
Sexo, religión y fútbol para hacer reir al lector en los 'Cuentos reunidos' de nuestro colaborador Ramón Irigoyen
www.ramonirigoyen.com