miércoles 29 de agosto de 2012, 17:34h
A lo mejor es que como el Gobierno del PP
nunca había nacionalizado nada, no sabe en qué consiste la asunción del
control y de la gestión, con las responsabilidades consiguientes, de
cualesquiera empresa intervenida por el Estado.
Con la abrupta y atropellada nacionalización de Bankia, la entidad
financiera nacida de la unión de siete Cajas de Ahorros controladas por
el PP precisamente, algunas de ellas hundidas en la miseria por la
infame gestión de sus Consejos, el Gobierno acaso se figuró que tapaba
de cara a la opinión los gigantescos agujeros que anegaban sin remedio
la nave del sistema bancario y financiero español, pero lo que hacía, en
puridad, era tomar su descangallado timón para enderezar su rumbo.
Lamentablemente, para ello optó por entregarse de hoz y coz a los
prestamistas internacionales, que son los que dictan, y no la equidad y
la razón, la reforma del dicho sistema y el desmantelamiento general del
otro, el que con todas sus taras e insuficiencias, amortiguaba un poco
las desigualdades sociales.
Al nacionalizar Bankia, el Gobierno se convirtió, de facto, en su
propietario y en su Consejo, a fin de reflotarlo como empresa, como
negocio, con los recursos de la Administración, pero no por ello dejó de
ser el Gobierno, es decir, el garante ejecutivo del derecho y de la ley
en todo el territorio nacional.
Junto a las cuentas corrientes, los depósitos, los bonos, la
morosidad, los créditos o las participaciones empresariales, se encontró
con un ilícito sangrante y de enorme trascendencia social, el de la
monumental estafa que en el reciente pasado se había perpetrado contra
decenas de miles de ahorradores tradicionales de las Cajas, a quienes la
codicia y el descontrol de los antiguos gestores había despojado de sus
ahorros mediante el cambiazo en la naturaleza de sus inversiones.
Allí donde tenían prudentes depósitos a plazo, les colocaron,
mediante engaños meticulosamente urdidos desde la Dirección, productos
híbridos, ilíquidos, indescifrables, arriesgados, especulativos, que ni
entendían las víctimas ni, en algunos casos, el "machaca" que se los
estaba endosando. Una vez en poder del banco como "capital propio", se
cambió sobre la marcha lo poco que ya necesitaba cambiarse para que el
dinero de los clientes lo fuera "propio" absolutamente.
Pues bien; el Gobierno no sólo no ha encarado y resuelto esa
estafa, sino que, mediante el Memorandum de compromiso con sus
prestamistas, pretende continuarla y consagrarla sustrayendo con el
marchamo de una ley inicua buena parte de esos ahorros, y dejando irse
de rositas a quienes la iniciaron. Para mí, vistas esas intenciones, que
los legítimos propietarios, castigados y expoliados doblemente como
ciudadanos y como víctimas de Bankia, no lo van a consentir.