martes 28 de agosto de 2012, 19:48h
Hay dos medidas que revelan el sustrato cutre de esta crisis: dejar a los
presos de Cataluña sin merienda y hacer pagar a los niños por calentar la
comida en las escuelas. Pura naftalina.
Ahora, como vamos conociendo más trampas de Iñaki Urdangarín,
nos desayunamos con que el yerno del Rey de España ha pedido excedencia en Telefónica
para no dañar a la compañía. Urdangarín se ha quedado, también, sin merienda.
No he entendido por qué en un primer momento de este escándalo
el Duque de Palma no reaccionó como los nobles de antes. Sacrificarse a favor
de La Corona para no deteriorar su imagen hubiera sido una medida costosa pero
inteligente.
Solo una frase que pronunció el Rey cuando se rompió la cadera
matando elefantes. "Lo siento, me he equivocado; no volverá a
suceder" hubiera bastado. Y, a continuación, pedir la liquidación de sus
estafas a la fiscalía para devolver sin condiciones hasta la última peseta.
Hubiera sido perdonado por la opinión pública y tratado con
consideración por la Justicia. Quién pagaba el servicio a cuenta de sus
fundaciones no ha tenido esa grandeza. Y ahora, con nuevas facturas a cambio de
nada, el futuro judicial del Duque es carnaza para quienes quieren debilitar a
la Monarquía.
El Duque ya no tiene en activo la canonjía de Telefónica. Una medida
acertada desde los intereses de la multinacional, pero insuficiente. La opinión pública no va a tener piedad con el marido de la infanta Elena porque
la lógica cruel de la crisis fomentará las horcas caudinas contra un miembro de
la realeza.