miércoles 01 de agosto de 2012, 19:03h
El ministro de Justicia, Alberto Ruiz
Gallardón, que tanto luchó por traer los Juegos Olímpicos a Madrid, ha
emprendido ahora su propia carrera hacia una meta que no es otra que el
palacio de La Moncloa.
Gallardón siempre soñó con ser el presidente más joven de la
historia de España, desde que Fraga le pusiera al frente del partido
siendo un chaval, creyó que su meteórica carrera política iba a ser más
corta y menos tortuosa de lo que luego ha resultado. Ahora peina canas
hasta en la cejas y cree llegado el momento del acelerón final.
Las encuestas narran un desgaste insólito de Mariano Rajoy como
presidente del Gobierno. Insólito porque solo lleva ocho meses en el
poder. Sus propios votantes consideran que le falta liderazgo,
conocimientos y decisión para sacar a este país de la peor crisis de su
historia. ¿Va a aguantar toda la legislatura? Y si eso sucede, ¿se va a
presentar otra vez como candidato?
Y ahí está Alberto Ruiz Gallardón, entrenándose. Porque para
llegar a la Moncloa se necesita el apoyo de todo el partido. Eso, por
ejemplo, lo sabe bien Esperanza Aguirre. Su reino está en Madrid y sería
imposible para ella concitar el respaldo del resto de dirigentes
autonómicos.
Por eso Gallardón, que para lograr la presidencia de la Comunidad
de Madrid desplegó sus mejores galas de "conservador dialogante",
"abierto de miras y de costumbres" consiguió el apoyo de propios y
extraños. Ahora ya no necesita a esos votantes progresistas que se
dejaron embaucar por sus cantos de sirena. Ahora necesita convencer a su
partido, el PP, que de verdad es uno de los suyos. Prietas las filas.
Por eso ha intentado controlar el CGPJ aprovechando el escándalo
(todavía sin cerrar) de la vergonzosa salida de Dívar. Ha tenido que dar
marcha atrás porque era una apuesta demasiado salvaje incluso para el
sector conservador de la magistratura: sus amigos.
Luego la ha emprendido contra los derechos de las mujeres en un
afán por "protegerlas" para que puedan ejercer una maternidad que nadie
les había prohibido y a la que no aporta ayudas económicas y si mucho
respaldo moral y de principios. Su pretensión de prohibir el supuesto de
malformación grave del feto como causa para autorizar un aborto ha
provocado la reacción de eminentes neurólogos que advierten
escandalizados del sufrimiento que padecen los niños que nacen con estas
lesiones.
Su última apuesta, con la que pretende acercarse aún más al sector
ultraderechista del PP, ha sido renovar el título de marqués al nieto
del general golpista Queipo de Llano. Ese ilustre pensador que desde las
ondas de Radio Sevilla lanzaba soflamas de semejante jaez: "nuestros
valientes caballeros legionarios y regulares han enseñado a los cobardes
rojos lo que es ser un hombre. De paso también a sus mujeres. Después
de todo, estas comunistas y anarquistas se lo merecen. No se van a
librar por mucho que forcejeen o pataleen".
Este es el camino que se ha trazado Gallardón, sin caretas, para llegar a Moncloa.