En el pasado los países
veían en peligro su libertad, su bienestar, su forma de vivir, por las
agresiones bélicas de otros países. Los militares eran los encargados de
defender a sus sociedades. En ocasiones, algunos de esos militares usaban
contra sus propios conciudadanos las armas que habían recibido para
defenderlos. Naturalmente, justificaban su intervención en aras de la defensa
del orden y las libertades que suspendían. Nunca he olvidado un pasaje de «La
columna de hierro», la novela de Caldwell sobre Cicerón, en el que el dictador
Sila se justifica en que es incapaz de controlar algunos excesos de sus
soldados, para explicar el asesinato y expolio de los bienes de Linio, un
pacífico comerciante primo de Cicerón. "Eso es militarismo puro y duro -le responde
Cicerón-, que ni siquiera conoce sus propios crímenes y delega en otros el
crimen al por mayor".
Hoy día afortunadamente los mayores peligros
para nuestra libertad, nuestro bienestar y nuestra forma de vivir no proceden
de la guerra, sino del sistema económico. El encargado de controlar la
incertidumbre suele convertirse en el que tiene más poder en cualquier
organización social. Así que en este mundo de incertidumbres económicas, son
los economistas quienes poco a poco se han ido haciendo con importantes
parcelas de poder. Obviamente con los economistas pasa lo mismo que con los
militares, los hay con unas ideas y con otras, con más poder y con ninguno,
pero lo cierto es que como profesión han conseguido importantes espacios de
autonomía sobre el poder democrático.
No hace mucho leí un artículo de tres insignes
generales de la economía que proponían un gobierno de "políticos competentes y
técnicos intachables con amplios conocimientos de su cartera" apoyado
conjuntamente por las fuerzas parlamentarias mayoritarias. Según nuestros tres
prestigiosos catedráticos el objetivo de ese gobierno sería restaurar la
confianza de nuestros socios extranjeros para a continuación pedirles ayuda
"para resolver el único problema que no podemos resolver solos: el agujero
creado por la burbuja inmobiliaria en el sistema financiero". Me pregunto qué
entenderán dichos autores por un "político competente" o un "técnico
intachable". Hasta hace unas semanas el ministro de economía del presidente
Aznar pasaba por ser uno de esos políticos competentes, y el señor Blesa por
uno de esos expertos. Ambos muy responsables de la gestación de ese único
problema que ahora no podemos resolver solos: la burbuja inmobiliaria.
Leyendo el artículo de
los economistas uno constata que, a la hora de limitar la democracia, la
retórica política de los pretorianos es siempre igual de vacía y vulgar, sean
militares o economistas. Lo peor es que son estos pretorianos los que les dicen
a los mercados qué deben exigirnos a los españoles para devolvernos la
confianza. Y, naturalmente, lo que les dicen a los mercados es fruto de su
propia ideología política, no de un consenso generalizado de la ciencia
económica.
José Andrés Torres Mora
es diputado socialista por Málaga y portavoz de Cultura en el Congreso
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José Andrés Torres Mora