La democracia del bienestar ha muerto
lunes 23 de julio de 2012, 22:21h
El dinero le cuesta a España siete veces más que a Alemania o a Francia.
La Bolsa se cierra incapaz de soportar la especulación. El rescate
total de España aparece como imposible. La eurozona se desmorona al
grito de "salvese quien pueda".
El sistema que nació en 1978 en España se hunde sin que los ciudadanos
sepan muy bien las razones que lo han llevado al fracaso tras años de
presumir del modelo. El estado del bienestar que nos vendieron y
compramos está muerto. O peor: lo están matando sin que a los españoles
nos dejen decir y elegir. El miedo es un fuerte instrumento de presión.
Con el miedo se gobierna y se somete a los pueblos, hasta que ese mismo
miedo destruye a los que lo utilizan.
Nos hemos pasado 34 años presumiendo de una transición democrática que
podía servir de modelo a otros países que salieran de regímenes
totalitarios y dictatoriales. Hemos presumido de haber creado un estado
moderno, descentralizado, eficaz, cercano a los ciudadanos, con unos
partidos experimentados tanto para gobernar como para ejercer la
oposición. Hemos creado unas empresas y unos bancos que se codeaban con
los mejores del mundo y que llevaban el modelo español como el mejor de
los estandartes. Y de repente, en apenas cuatro años e incluso menos, el
gigante descubre que tiene los pies de barros, que nada de lo creado
funciona, que los partidos y los dirigentes políticos se alejan de sus
representados y no cumplen ninguna de sus promesas, que nuestras
empresas están endeudadas hasta las cejas y listas para ser asaltadas a
precio de saldo, que nuestros bancos se hartan de pedir dinero a Europa a
unos intereses cada vez más caros. Descubrimos que estamos en la ruína o
eso nos dicen de forma machacona todos los días, con la prima de riesgo
que siempre llega más lejos de lo que se presumía era la línea roja, y
la Bolsa que padece los asaltos de los especuladores haciendo su agosto a
costa de la pérdida de miles de millones de euros, mientras cien mil de
esos mismos millones se van de España camino de otros bolsillos más
fiables.
El estado autonómico que ha crecido a la sombra del estado central es un
desastre. No hay autonomía que no necesite cambios urgentes. Todo lo
que antes pedían para ser administrado desde sus capitales regionales
ahora desea ser devuelto a Madrid pero mucho más inflado, costoso y
menos operativo que antes. Sobran funcionarios, sobran autovías, sobran
aeropuertos, sobran empresas públicas, sobran hospitales públicos, sobra
de todo menos dinero en las arcas. No es que haya que replantearse cada
uno de los temas que nos agobian, tenemos que replantearnos todo el
conjunto, desde la estructura del estado en sus distintas
administraciones a los niveles de educación, sanidad, desempleo y
pensiones que queremos.
Se habla de la marca España y de la necesidad de recuperar nuestro buen
nombre cuando todo lo que se añade a continuación son recortes y los
buenos deseos se convierten en una meta imposible. No se pone nada en
positivo: ni la magnífica red de hospitales y sistema de sanidad pública
que tenemos y que supone uno de nuestros grandes activos sin apenas
explotar fuera de nuestras fronteras de manera eficiente; ni la red de
infraestructuras viarias que permite a todos los europeos viajar de
forma rápida y segura por nuestro territorio; ni la eficacia y
profesionalidad de nuestros bancos para dar servicios ( salvo los de
crédito e hipotecas ); ni la capacidad de nuestros profesionales que se
ven obligados a marcharse ante la falta de oportunidades que se dan en
los distintos sectores empresariales.
La democracia a la que aspirábamos desde el franquismo y que conseguimos
merced a un gran acuerdo nacional se está muriendo en toda Europa, y en
España más deprisa que en otras partes. Los últimos en llegar podemos
ser los primeros en salir: nosotros acompañados de Portugal y Grecia,
que también tuvieron sus generales. El bienestar del que disfrutamos (
unos más que otros ) es muy caro cuando se pone sobre la mesa la
educación pública y gratuita, es muy caro cuando se habla de la sanidad
pública y gratuita; pero no es muy caro, tal parece, cuando se mantienen
"embajadas autonómicas" en el extranjero, traductores en el Senado,
Parlamentos regionales que doblan y triplican el número que deberían
tener por razones de población, Ayuntamientos con el mismo mal en cuanto
a concejalías; y todo tipo de situaciones especiales y prebendas por
razón del cargo político que no tienen el resto de los españoles. Eso no
es muy caro: se baja un siete por ciento y ya está. Pasemos a cobrar
más a los autónomos, a subir el IVA y el IBI, y los transportes, y la
recogida de basuras, acosemos a los automovilistas con multas y más
multas, ya sean en ciudad o en carretera, castiguemos al ciudadano por
el simple hecho de serlo, que tiene las espaldas anchas y una paciencia
infinita.
Con el voto en los bolsillos se puede hacer cualquier cosa menos
respetar la voluntad popular que se siente engañada. En nombre de la
voluntad popular libremente expresada en las urnas se cambia todo por la
" voluntad de sacrificio" de unos pocos que son incapaces de abandonar
los sillones de mando pese al fracaso rotundo y sin paliativos de sus
políticas y de su gestión. Dan así pábulo y recorrido a ofertas y
formaciones que hasta ahora eran marginales o inexistentes, con promesas
populistas que pueden cambiar por completo el actual sistema de poderes
y equilibrios, y desde luego la democracia tal y como la vivimos y
conocemos.