viernes 06 de julio de 2012, 08:09h
Uno de los problemas políticos que siempre ha
tenido Venezuela ha sido que todos los venezolanos desde que
nacen quieren ser presidentes de
la República. Y gastan millones de horas en conciliábulos para hacer realidad este deseo en lugar de
ocuparse de los problemas reales del país. Eso impidió que Acción Democrática y Copei, los partidos ejes
del sistema nacido tras la dictadura de Pérez Jiménez, crearan una sólida
clase media en la que asentar la
democracia en aquel país tan rico en todo menos en sentido común.
Fruto de
aquellos errores y de un golpe de estado dado por Hugo Chávez en 1992, que
no se supo manejar, está la actual presidencia del militar venezolano un
populista sui generis que como nos decía el P. Ugalde, un jesuita
bergarés que fue rector de la Universidad Católica de Caracas, se dice el
representante del socialismo del siglo XXI y
eso ni es socialismo, ni es izquierda, sino demagogia populista y autoritaria, rociada
con presupuestos millonarios en tiempos de
crisis y con precios del barril de
petróleo a ser vendido en joyerías.
Hugo Chávez es un militar y fue un
militar golpista. En 1992, en aquella asonada
mataron sus tropas al hijo del
Delegado del Gobierno Vasco en Venezuela, Gaizka Etxearte que iba a la Universidad
con su padre. Entiéndase
pues que independientemente que no
me gusten nada los militares en el
poder, no tenga por este presidente la
menor simpatía. El crecimiento económico, la distribución de la riqueza, la
defensa de los intereses del país
se pueden hacer sin conculcar los
derechos humanos, sin someter a la población a cadenas radiales y
televisivas oceánicas sin
posibilidad alguna de réplica y sin
posibilidad de cuestionar a una dirección militar cubana que lo dirige todo con
el mando a distancia. De hecho su enfermedad la está tratando en La Habana porque
no se fía de los médicos venezolanos. Paranoias
propias de dictadores.
Afortunadamente la oposición venezolana se ha puesto de acuerdo y en lugar de
la invertebrada fragmentación partidista ha elegido un solo candidato para
oponerse al militar enfermo el próximo 7 de octubre. Se llama Henrique Capriles
Radonski, tiene 39 años y es el actual gobernador del estado Miranda. Ganó en
buena lid en unas elecciones primarias frente a otros candidatos y para su elección, que fue abierta,
concurrieron tres millones de venezolanos. La gente quiere cambio y lo ve en
este joven político no lastrado por
pasado alguno y que encima habla de paz, de entendimiento, de futuro, de unión
entre diversos, de respetar al adversario, de hacer valer la hermosura de la
democracia que consiste en el gobierno de las mayorías con respeto de las
minorías. Lógicamente este lenguaje de construcción nacional y de futuro rompe
la brutalidad de un discurso revanchista basado en el insulto al adversario y
en decir que quien no es chavista no es venezolano.
Para denunciar este
ventajismo oficial recibimos esta semana una delegación de partidos que apoyan al candidato Capriles
presididos por el secretario de la Mesa de la Unidad Ramón Guillermo Aveledo
Orozko, quien fuera en su día presidente de la Cámara de Diputados y secretario
del presidente Luis Herrera
Campins. Por cierto. En
su comparecencia en la Comisión Iberoamericana del Senado, además de hablarnos
de la situación de su país, leyó un fragmento de una carta escrita por el
exiliado Luís Herrera Campins al exiliado José Antonio Aguirre tras leer el
libro de éste "De Gernika a Nueva York pasando por Berlín". Chapeau.
Aveledo y sus compañeros nos hablaron de un abusivo ventajismo
comunicacional. Chávez tiene todos los días diez minutos gratis de espacio
electoral y la posibilidad de encadenar radios y televisiones cuando le dé la
gana. Ellos tres minutos, los mismos que además tiene Chávez. Viven también la
auto censura de los medios y un clima insano de amenazas. Pero la campaña de
Capriles coge fuerza día a día.
La situación es muy dura, Capriles dejó de viajar
a Madrid para no perder el ritmo electoral que lleva, y ha dejado que vinieran
los partidos que le apoyan para alertar sobre este ventajismo asfixiante que viven.
La amenaza de una hegemonía comunicacional como amenaza Chávez, el cierre
de 170.000 empresas en estos años y el
programa chavista de reducción total del espacio para la propiedad privada en la
siguiente legislatura es su obsesión. Cuando Raúl Castro trata de abrir la
mano, Chávez anuncia el cierre del puño. "¡Exprópiese! Es su grito de guerra.
"Las
elecciones son libres, pero no son justas y nos preocupa el sistema electrónico de votación. La trampa se producirá
donde no estemos por eso vamos a estar en todas partes" nos dijeron.
Ante esto sería procedente hacer lo que nos pidieron los
opositores venezolanos que no es más que se pueda acudir a las
elecciones y hacer una buena observación electoral. Pero
algo malo trama Chávez,
cuando a la Unión Europea, le ha
negado tal posibilidad que hace extensiva a otras observaciones.
"¿A ustedes les gustaría que observadores venezolanos estuvieran en
las elecciones españolas o en las vascas?" nos decía el jefe de gabinete del
ministro de Asuntos Exteriores venezolano. "¿Por qué no?", le contesté. No
tenemos nada que ocultar.
Pero
Chávez tiene mucho que ocultar. De ahí su ventajismo.
D.
Manuel de Irujo solía decir y repetir que "todas las libertades son solidarias".
Y hay que recordar que hace 75 años Venezuela abrió sus puertas al exilio
vasco.