miércoles 20 de junio de 2012, 07:59h
La Dirección general de Tráfico está estudiando
una revisión de la velocidad al volante.
Por un lado se bajará a 90 kilómetros
por hora el limite en las carreteras secundarias, donde se produce un mayor
número de accidentes. Y por otro, se va a subir a 130 kilómetros por hora el
límite en autovías y autopistas.
Seguramente estos cambios no se harán
simultáneamente, primero se reducirá la velocidad en las carreteras
convencionales, y más tarde se aumentará en autopistas y autovías.
El limite de 120 por hora en autopistas
y autovías está desfasado, evidentemente, llevamos más de 30 años con él, y no
está en concordancia, ni con la potencia de los nuevos automóviles ni con la
seguridad vial. La diferencia de 20 kilómetros por hora, entre una autopista y
una carretera secundaria, es mínima, y hay que primar las vías más seguras, y controlar mejor las
más peligrosas.
Lo ideal sería plantear una velocidad
variable, como en Francia y Alemania, donde los limites dependen del clima o del
estado de las carreteras. No es lo mismo una carretera nacional radial con arcenes
y curvas peraltadas, que una carretera
local donde ni las curvas ni el firme permiten correr demasiado.
Sin embargo, no se piensa hacer así, y
el aumento de siniestralidad en las carreteras secundarias, ha obligado a tomar
una iniciativa, donde lo importante es la disminución de accidentes. Reducir el límite a 90 kilómetros por hora,
sería reducir la mortalidad en un 20 por ciento y eso es lo que cuenta.
Hagámonos a la idea. Dentro de poco,
los 150.000 kilómetros de las carreteras secundarias que hay en España, tendrán
la limitación de 90 kilómetros por hora. Lo de pasar a 130 en autovías y
autopistas vendrá después.
Primero, la seguridad. Después, la
velocidad. Este es el criterio de Tráfico. Y no está mal encaminado.