lunes 18 de junio de 2012, 10:52h
Una
de las características de este
tiempo es, sin duda, la instantaneidad, la inmediatez, eso
que se ha dado en llamar tiempo real
(¡Ay, si Bergson o Kant levantaran la
cabeza!). Si queremos un dato, el dios Google
nos lo facilita en décimas de segundos.
Da igual que sea histórico, económico,
estadístico, poético, misterioso,
esotérico, religioso o relativo a la
física cuántica. Datos hay, desde luego; otra cosa bien
distinta es que seamos capaces de interpretarlos
o, peor aún, de calibrar su
verosimilitud. Eso lleva ya
consigo un bagaje
cultural previo que no lo da la
tecnología por sí sola.
Pero ese pequeño detalle, en general hoy no se toma en cuenta. Cierto o no, poco importa. Lo fundamental
de ese estado es que uno
llega a sentirse casi Dios: ¿Qué
quiero? o, mejor aún, ¿qué me apetece? (un verbo cuya conjugación hoy no
ofrece secretos a nadie). Pues nada, en
un pispás, ¡zas! Aquí está!
La
profusión de tecnología de todo
tipo y al alcance de todos (móviles
inteligentes, cámaras, Vídeos, DVD's,
ordenadores, GPS, y otros mil cacharros
más), nos han dado la
vana ilusión de que tenemos
todo en nuestras manos, que basta, no
ya con desear, sino simplemente con imaginar, soñar o intuir
cualquier cosa, para poder
materializarla en apenas
unos segundos.
Sueños
Desgraciada
o afortunadamente, no es así. Hay metas
que, cuanto antes, convendría
aceptar que uno no puede alcanzar. Solo un ejemplo próximo, la
vecina del quinto. Hay otras que
parecen imposibles: la izquierda de Nadal;
la inteligencia de Stephen Hopkins o, más cercano
aún, la fuerza de voluntad
del hombre o la mujer
discapacitados que vemos cada día en el transporte público que, a
pesar de la dificultad que, a priori, entrañaba su
objetivo, han sido capaces de
conseguir: trabajar, estudiar,
competir en una cancha... Todo eso
no está en internet, ni podrá
conseguirse jamás en unos segundos. Y ese
tipo de empresas son, justamente, las que más importancia tienen porque no son fruto de la
improvisación, de la apetencia
momentánea, del capricho, o de la
envidia. Por el contrario, son
siempre la consecuencia del
trabajo, del estudio, del esfuerzo, del tesón o la voluntad, cuando no de todos a la vez.
Precisamente por la
dificultad que siempre lleva consigo
alcanzar una meta digna de
imitación y reconocimiento, como las
enumeradas en segundo lugar, las que solo pueden
conseguirse a largo plazo y con
un esfuerzo y una voluntad
continuadas y a prueba de bomba -precisamente
por todo esto, digo- no parece
que las nuevas generaciones adopten
como modelos a
quienes han descollado en un aspecto que conlleva todo
esto. Y si lo hacen, es olvidando
todo lo que hay delante y detrás del
éxito: entrenamiento, estudio, tesón, horas y horas de
trabajo... Para muchos, eso es
mejor olvidarlo y cambiarlo por una meta inmediata,
fácil de conseguir y aún más fácil de
disfrutar.
La excesiva
facilidad con que, a mi juicio,
nuestros hijos y nuestros nietos han
podido conseguir, tanto lo
que apetecían, como lo
que ni siquiera se habían atrevido a
soñar, los ha hecho aparentemente
felices, pero realmente caprichosos,
desordenados y, en buena
medida, débiles, porque no
han conseguido aún
aceptar el fracaso como
parte de la vida. Y es que la
vida no es un camino de éxitos, sino
también de contratiempos. A
veces hay un delgado hilo de separación entre lo uno y lo otro y hay que aprender a
aceptar la frustración como parte
del juego de la vida. No todo es posible. Y una vez aceptado ese hecho, lo mejor es decirse:
Pues muy bien, ¿y qué? Solo a partir de
entonces subirá hasta
límites insospechados, el nivel de aceptación
del fracaso, el umbral de
frustración.
Columnista y crítico teatral
Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)
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