Parece indudable que a
Mariano Rajoy le está correspondiendo, en su condición de Jefe del Gobierno, la
más dura prueba de su trayectoria política, incluso superior a los años de
travesía de desierto y pelea con su antecesor
Zapatero. Aquellos años de jefe
opositor eran, nadie lo duda, comodísimos, comparados con las presentes
complicaciones, sobre todo derivadas del vivo pro0pósito de evitar el rescate
de España, situación de riesgo que ya padeció su antecesor en el Palacete de la
Moncloa., De ahí, probablemente, la repugnancia que Rajoy muestra hacia 4el uso
del término "rescate", que
Rosa Díez le reprochaba con insistencia en el debate
del Congreso de este miércoles. "A ver, diga conmigo "res-ca-te"", le decía la
dirigente de UPyD a un jefe del Gobierno que no mostraba el menor signo de
querer participar en ese juego... Los congresistas de todos los colores
políticos insistían en hablar de
rescate, frente a Rajoy que insiste en explicar que "sólo" se trata de la feliz
concesión de una línea de crédito de hasta cien mil millones de euros que los
socios y amigos de la Unión Europea tienen la amabilidad de brindar a España
para que resuelva una tarea, la capitalización de la banca, que no supo o no
quiso afrontar el Gobierno socialista. Para Rajoy, el término rescate equivale
a derrota política y de ahí la resistencia a asumir el término.
Estos días se
han recordado una y otra vez, las valoraciones que Zapatero hizo del sector
bancario español como uno de los más solventes de "nuestro pequeño mundo"
comunitario. Suele olvidarse que la declaración de Zapatero la hizo en
presencia de los grandes banqueros de nuestro país, y tras un encuentro en el
que, se supone, se había repasado la situación y se había analizado hasta qué
punto estaban las instituciones financieras españolas en condiciones de
afrontar la crisis. Claro que en aquella reunión participaron los presidentes
de los grandes del sector: Santander, BBVA, Popular, y no participaron
representantes de las Cajas más afectadas por la crisis inmobiliaria y sus
valores tóxicos. La robustez de BBCA, Santander, Popular, La Caixa sigue siendo
indudable, pero las sospechas se generalizaron y profundizaron sobre una
quincena de cajas muy afectadas por inmuebles y suelo no vendidos y hoy de muy
difícil asimilación. Lo cierto es que estos días se ha resucitado, no sin
fiereza de adversarios, la cuestión de la "herencia recibida", que parecía
olvidada tras el "combate del déficit", y de quién era culpable de su
incumplimiento, combate que habían terminado de explicar los incumplimientos de
varias Comunidades gobernadas, casualmente, por el PP. Pues bien, ahora, según
destaca La Gaceta, "Rajoy echa en cara al gobierno de Zapatero su lentitud en
reestructurar la banca". O en La Razón: Rajoy
acusa: Vamos con tres años de retraso en resolver el problema de la
banca. En cambio, esas actuaciones y
declaraciones de Rajoy suscitan otras valoraciones muy distintas, como la que
hace El País: "Rajoy crispa a Europa tras el rescate. La resistencia inicial
del Jefe del Gobierno y la estrategia de comunicación irritan a los líderes de
la U", dice el principal y casi único, diario opositor. En cuanto a El Mundo,
señala que Rajoy pinta un negro panorama que sólo se solucionará cediendo
soberanía fiscal a la UE". ¿Está ayudando esta crítica situación a la imagen
pública de Rajoy y de su Gobierno? Es dudoso que así sea, sino todo lo
contrario. Los incumplimiento de la Comunidad de Madrid, la quiebra del "banco
del PP" que era Caja Madrid-Bankia, el "desengaño" del gran gestor Rato, las
presuntas presiones de Rajoy sobre sus colegas comunitarios, sus crecientes
desavenencias con la canciller
Merkel, su "madrina" de hace unos pocos meses, y
hasta el "olvido" de algunos de sus compromisos previos, como la transparencia,
-su resistencia a acudir al Parlamento o a comparecer ante la prensa, por
ejemplo-, han rebajado de manera sustancial su valoración pública para muchos
ciudadanos, incluidos votantes del PP. Claro que todo puede acabar bien, y en
tal caso, Rajoy habrá amortizado el esfuerzo de estas semanas y meses, que, a
simple vista, parecen haberle costado algunos kilos de peso. Desde luego, no
resulta fácil pensar que Rajoy se imaginara que la Moncloa le iba a resultar un
"potro de tortura" tan áspero: bien pudiera afirmar que "en la Oposición se
estaba mejor". Entonces, se limitaba a apuntar en beneficio propio las
eventuales torpezas o ocurrencias de su adversario, a la espera, como
efectivamente sucedió, de que la crisis lo "depositara" cómodamente en el
sillón de cabecera del banco azul sin más méritos que la crítica permanente, y
a menudo feroz a los gobernantes de
entonces... Todavía en nuestros días, el comisario Almunia es frecuente objeto
de los ataques y las críticas del PP,
que no le perdona su carnet socialista. Y todo ello justifica las muy difíciles
relaciones entre el Rajoy gobernante y el Rubalcaba que viene a representar el
Gobierno ido...
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