En esos treinta años,
Arenas ha desarrollado una ingente labor por estructurar
un partido capaz de hacerle frente a la todopoderosa organización socialista y
a su tupida tela de araña que envuelve buena parte de la sociedad andaluza. Su
curriculum va desde lograr ser el concejal más joven del Ayuntamiento
hispalense, en 1983, a ocupar los Ministerios de Trabajo, Administraciones
Públicas y Presidencia y la vicepresidencia del Gobierno de la nación en el
mandato de
José María Aznar (2003). Pero sin duda alguna, ha sido el gran
renovador y modernizador de una derecha anclada hasta su llegada en el pasado y
escorada peligrosamente hacia un ultraconservadurismo que ponía en grave
peligro su futuro.
Con su marcha, el PP-A pierde a un líder que durante más de veinte
años ha controlado y dirigido a un partido que en contadas ocasiones ha sabido
conectar con la sociedad andaluza y cuyos éxitos más importantes siempre han
coincidido con fracasos estrepitosos de los Gobierno socialistas en el
territorio nacional. Pese a sus derrotas (1994, 96, 2004 y 2008) frente a
Manuel Chaves y su pírrica victoria en 2012 ante
José Antonio Griñán, si
alguien se puede alegrar de su marcha es el PSOE que ha visto como cada nueva
convocatoria electoral, Arenas recortaba distancias en la hegemonía socialista,
logrando incluso arrebatarle la mayoría. Griñán se quita un peso de encima y
queda con las manos libres ante una oposición descabezada.
Si algo se le puede criticar a Arenas es el excesivo
personalismo, la total dependencia del PP-A de su liderazgo y el no haber
propiciado un relevo tranquilo y no traumático en la dirección regional. El próximo congreso de julio confirmará el
malestar existente en algunas provincias y confirmará el imparable ascenso del
alcalde de Sevilla y presidente de la FEMP,
Juan Ignacio Zoido, como nueva
figura emergente del PP andaluz. Tanto él como la alcaldesa de Fuengirola y ex
portavoz del Grupo Popular en el Parlamento andaluz,
Esperanza Oña, tienen
mucho que decir en este cónclave.
A la hora de analizar la decisión de Javier Arenas de no
optar de nuevo a la Presidencia del PP andaluz habría que contemplar motivos
tanto personales como de presiones internas de la sede de Génova. Tras los
resultados del 25-M, con la primera pero insuficiente victoria del PP para
gobernar en Andalucía, todos los analistas sabíamos que Arenas no volvería a
presentarse como candidato a la Presidencia de la Junta de Andalucía, era una
cuestión "cantada" que ya había adelantado en sus círculos más íntimos, pero
pocos auguraban su salida, adelantada y en cierto modo intempestiva, de la
presidencia del partido. Ahí parece que su eterno pulso con
María Dolores de
Cospedal, le ha jugado un duro revés, ante la falta de apoyos de Mariano Rajoy
a sus aspiraciones, que le han forzado a abandonar. Así lo da a entender en su
comunicado.
La pregunta ahora es augurar cuál va a ser su futuro. Según
ha confesado en la carta de dimisión, Javier Arenas asegura que continuará
dedicado a la política andaluza ("en ningún caso me he planteado asumir nuevas
responsabilidades en la política nacional") pero eso es algo que muchos ponen
en duda. La posibilidad de que
Mariano Rajoy lo reclame en una futura crisis de
Gobierno para ocupar algún Ministerio en los que ya tiene experiencia es
bastante probable y desde luego una posibilidad que no se puede descartar.
El gran problema que se le plantea ahora al PP andaluz es
buscar un nuevo líder que reúna las adhesiones que convocaba Arenas y que el
Congreso de julio no se convierta en una jaula de grillos que arrastre al
partido a una crisis sin precedentes. Arenas afirma que deja la Presidencia y
la pone en manos de Zoido para no condicionar los resultados, pero no cabe duda
alguna que, pese a su retirada, el líder popular seguirá marcando las pautas de
una organización política que él mismo ha conformado y que atraviesa en estos
momentos por un periodo de éxitos como nunca había tenido. Habrá que estar
atentos a los próximos acontecimientos.
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Arenas se topa con Cospedal en su desembarco en Madrid