Draghi, ese tano tan atinado
domingo 03 de junio de 2012, 09:40h
En
esta semana fatídica, el presidente del Banco Central Europeo, Mario
Draghi, ese romano que parece más joven de lo que es, emitió sus
papales declaraciones sobre la gestión del Gobierno español de la
crisis de Bankia y, en general, sobre la reforma financiera en
nuestro país. Con respecto a Bankia fue inmisericorde: "el
Gobierno ha actuado de la peor forma posible" y luego, de forma más
general, afirmó: "España tiene un problema de velocidad en la
gestión de la crisis de Bankia y en la reforma financiera".
Con
sus magnas admoniciones, Mario Draghi se ha incorporado con honores a
ese tipo de finos analistas que siempre aciertan plenamente a toro
pasado. Y entre esos honores también merecería la medalla del club
de los seguidores de la vieja máxima: hagan lo que digo y no lo que
hago. Porque tiene gracia que don Mario nos hable de la necesidad de
aumentar la velocidad en la toma de decisiones. Tiene gracia.
Pero
vayamos por partes. El presidente del BCE alude en primer lugar al
problema que representa que los Gobiernos traten de bajarle el
volumen a los problemas financieros en general y bancarios en
particular. A primera vista no puede sino tener toda la razón. De
hecho, algunos -también en este medio- venimos insistiendo desde
hace años que restarle importancia a los serios problemas de los
activos tóxicos en los bancos españoles era una trampa para
elefantes. Pero una cosa es eso y otra, muy otra, es no saber que la
resolución de los problemas de los bancos debe hacerse con la menor
publicidad posible. El anuncio de un grave problema bancario suele
ser un factor decisivo de su agravamiento. La bolsa y los clientes
siempre actúan de la misma forma al conocer esetipo de noticias:
huyendo de la quema. Es cierto que hay que actuar a tiempo, pero con
mucha discreción. Algo similar a lo que hicieron en Alemania al
principio de este siglo para sanear los bancos, desprendiéndose de
todo tipo de activos peligrosos: a la chita callando. Y vaya si les
dio resultado el sigiloso método.
Una
vez que queda claro que es necesario distinguir entre actuar rápido
y actuar con mucha publicidad, otra cosa es dilucidar las diferentes
responsabilidades en la crisis del sistema financiero español (cuya
expresión más clara es el caso de Bankia). Como es sabido se trata
de un proceso de larga data, que arranca en los últimos años
dorados de Aznar, continúa olímpicamente con el triunfalismo de
Zapatero y termina con el optimismo de Rajoy (sólo había que
sustituir al socialismo irresponsable y todo se enderezaría con
facilidad). Es decir, aquí se confundió discreción con invidencia
e inmovilismo. Y ese pecado lo cometieron tanto el PP como el PSOE.
Por eso me parece una inutilidad que sigan echándose la culta entre
ambos. Es hora de hacer todo lo contrario: ponerse a remar juntos de
verdad y perder poco tiempo en los reproches.
Ahora
bien, aceptado todo lo anterior, tiene narices que el tano Draghi nos
venga a dar lecciones sobre celeridad en la toma de decisiones. Más
bien debería dirigir sus dardos sobre la lentitud del flujo
decisional hacia las autoridades comunitarias, aunque eso sería
tanto como realizar una sana autocrítica, algo a lo que,
evidentemente, el gran Draghi no parece dispuesto. Pero, al fin y a
la postre, su solución alternativa le retrata: el BCE no puede hacer
nada, lo que hay que hacer es ir hacia la federación bancaria y la
unión fiscal. ¡Excelente propuesta Mr. Draghi! Es decir, una
solución que puede costar varios años en construir y poner a punto.
¿Y mientras tanto? Pues eso, mientras tanto el navío del euro
comienza a parecerse cada vez más al Crucero Concordia. Y cuando
encalle, miraremos hacia atrás y diremos, pero ¿por qué no hizo
nada audaz el BCE? Probablemente, en ese momento el capitán Draghi
nos observará con una mirada distante.