Tomás Gómez, ese prestidigitador callejero
miércoles 30 de mayo de 2012, 12:47h
Siempre me parecieron simpáticos esos
ilusionistas callejeros, que todavía aparecen en ocasiones en las ciudades, que
se paran ante los curiosos sólo con una pequeña mesita y tres cartas. Una vez
que mostraban los naipes al público, señalaban uno de ellos (con frecuencia el
As de Oros), les dan la vuelta y removiéndolos sobre la superficie de la mesa,
preguntan luego donde se encuentra la carta previamente señalada.
Pues a eso se ha dedicado el
Secretario General de los socialistas madrileños, Tomás Gómez, esta mañana en
Los Desayunos de Televisión Española. Solo que en esta ocasión el naipe
señalado lo eligieron los periodistas: la carta que identifica la
responsabilidad de los socialistas en el origen del proceso que ha llevado al
desastre de Bankia. Pues bien, cada vez que los informadores señalaban esa
carta, el señor Gómez movía los naipes sobre la mesa y (¡pirubá, pirubí, esa
carta no está aquí!) siempre aparecía la carta de la responsabilidad del PP. No
importa que le mostraran la dinámica imparable que refiere a la fusión de las
cajas, la constitución de Bankia y su inevitable salida a la bolsa. Algo en lo
que no sólo tiene responsabilidad el Gobierno de Zapatero sino el propio Tomás
Gómez como máximo responsable del PSOE madrileño. Nuestro prestidigitador
callejero movía las cartas y porfiadamente sólo aparecía el naipe de las
responsabilidades del PP.
La conductora del programa, Ana
Pastor, trató de mostrar la enorme divergencia que hay entre las posiciones de
Tomás Gómez y las de actual líder de los socialistas Pérez Rubalcaba. Y
entonces, después de buscar cómo escurrir el bulto, finalmente Gómez no tuvo
más remedio que argumentar con interpretaciones exuberantes sobre la democracia
partidaria sus diferencias con el Secretario General del PSOE. Claro, la presentadora,
que suele dejarse arrastrar por los aspectos que más chisporrotean de la
noticia, no se detuvo a saber si esas diferencias refieren o no a los asuntos
estratégicos. Porque la cuestión que debía haberse preguntado al señor Gómez,
siempre tan inclinado a interpretar los deseos de los ciudadanos (aunque cada
vez le voten menos), es si está o no de acuerdo con un pacto para una política
de Estado en materia de política económica. Esta es hoy día la línea divisoria
real dentro de los dos partidos mayoritarios: quienes creen que hay que seguir
con la polarización adelante (unos decidiendo unilateralmente las medidas,
porque para eso tienen la mayoría absoluta, y otros creyendo que la mejor
política de oposición es la que entregue mayores réditos partidarios, más allá
de lo que pase con el país) y quienes creen que es necesario llevar a la
práctica eso de remar todos en la misma dirección.
Así que la cuestión fundamental
consiste en saber si nuestro ilusionista callejero está o no de acuerdo con la
necesidad de hacer pactos sobre políticas de Estado. Porque si así lo pensara,
como parece que Rubalcaba finalmente acepta, todo lo demás es pura consecuencia
sensata y responsable. No se puede acordar algo sobre una política concreta y
luego usar ese mismo asunto para dar una cuchillada por la espalda. Claro que
siempre es posible que Tomás Gómez crea que no es necesario pacto alguno con el
PP, el cual debe cocinarse en su propia salsa y punto. Si así lo piensa,
entonces hay que concluir que Gómez no es menos peligroso que los populares del
aparato de Génova, convencidos de que hay que seguir con su propia marcha, sin
importarles si antes revienta o no el país.
Desde luego, no crea el señor Gómez
que nos confunde. Si la no petición de una comisión investigadora de parte de
Rubalcaba tiene algo que ver con no tirar piedras contra su propio tejado, el
procedimiento de nuestro prestidigitador callejero es diferente, pero
perseguiría el mismo fin: hacer mucho, mucho ruido sobre la responsabilidad del
PP en la crisis de Bankia para evitar que nos fijemos en la responsabilidad de
los socialistas y, sobre todo, en la de los madrileños.