lunes 28 de mayo de 2012, 10:19h
En el siglo pasado
los científicos sociales
identificaron una serie de indicadores para tratar de estudiar objetivamente la desigualdad entre los
hombres y mujeres en aquellos aspectos
de la vida que, a su juicio, inciden
decisivamente en lo que nos diferencia a
unos de otros. Entre los más destacados
figuran el nivel de ingresos, la raza, la educación, el género y algo que dieron en llamar "calidad
de vida".
Tengo para mí, que a estas
alturas del XXI, todavía no tenemos nada claro
en que consiste este último indicador porque, desde entonces, vengo escuchando una serie de enunciados
tan diversos como, muchas veces,
contradictorios para intentar definir
eso de la calidad de vida. En función de la nacionalidad,
el nivel de estudios, la clase social o la ideología de quien se
pronuncia, ese concepto adquiere unos
tintes tan diversos que en lugar de contribuir a aclararlo, muy al contrario, ayudan a su difuminación.
Para unos, por ejemplo, el concepto alude al bucólico canto de los
pajaritos que, ajenos a todo lo humano, dibujan caprichosas líneas en un aire limpio y sin contaminación alguna, burlándose
de la ley de la gravedad. Para otros,
está vinculado a pasarse el día de tienda en tienda adquiriendo, sin
tregua ni medida, cuanto se les pasa por
la vista, sin criterio alguno de
satisfacción, no ya de
necesidades primarias, sino secundarias y hasta terciarias si llega el caso o, sencillamente,
se ponen a tiro. Y todo, para hacer su santa voluntad. Para unos terceros,
la calidad de vida está, sin embargo, relacionada con eso que técnicamente se denomina no dar un palo al agua o, enunciado
de forma un tanto más políglota, cursi y remilgada, el dolce
farniente. Por último, y sin ánimo de agotar
la casuística, hay quienes vinculan el concepto al número de ceros que, tras la primera cifra, se añaden en la última
línea de su cuenta corriente, es decir, la del saldo.
Tener o no tener
Salvo la primera de las ópticas
identificadas y enunciadas (la de
los pajaritos), las demás parecen
tener un elemento común. Se trata
de lo que los
sociólogos aludidos encontrarían
dentro del indicador "nivel de ingresos"
que , en todo caso, permitirían tener una cuenta corriente a punto de desbordarse, con lo que uno podría comprar cuanto le apeteciera o,
incluso, sentarse 24 horas seguidas en el café más caro de la ciudad a contemplar el ir y venir de gentes y vehículos. La
primera, no obstante, tampoco podría sostenerse
mucho tiempo si no es a riesgo de
caer primero en el más profundo sopor y luego en un estado
de idiotez permanente.
En cuanto al nivel de ingresos, a nadie se le oculta su importancia para satisfacer las
necesidades vitales primarias: alimentos, una vivienda digna y acceso a la educación.
Hay, sin embargo, dos aspectos que no suelo escuchar a quienes tienen y manejan
este indicador como fundamental
para conseguir un verdadero estado personal
de bienestar y que, sin embargo, a mí me parecen esenciales: la salud, y lo que
podríamos encuadrar dentro del campo del ser, frente al del tener,
que es el que representa el nivel de ingresos. Sin salud, nada
es planteable y esta es una premisa necesaria para cualquier actividad. Por eso, la medicina, y especialmente la preventiva,
constituye, quizás, la premisa necesaria para mantener un nivel
óptimo de calidad de vida. Vida -y ahora entramos en el segundo
de los indicadores principales, el del ser- que si no está cimentada en la evolución personal, en realizar una
actividad laboral que satisfaga plenamente , que si
no está rodeado de un entorno familiar y de amistad adecuados , etc.
el individuo nunca llegará a alcanzar, en lo posible, la felicidad personal que, en última
instancia, es a lo que se quiere aludir con ese
confuso término de "calidad de vida".
Columnista y crítico teatral
Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)
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Comentarios
Últimos comentarios de los lectores (1)
7372 | Mª Luisa M - 30/05/2012 @ 10:59:36 (GMT+1)
Como siempre, certero en la opinión. Sin salud,(fundamental), nada. Convivir en un entorno familiar y laboral plenos, es el mejor indicador de la calidad de vida, lo demás viene dado.
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