Habrá, estoy seguro, ilustres plumas del
mundo del periodismo, que glosen la figura de
José Luis Gutiérrez , el "Guti" con
calidad y cariño, habiendo sido, como fue, una figura del periodismo español de
los últimos años que, desde luego, no pasaba desapercibido. Estos políticos y
periodistas sabrán explicar a la opinión
publica, con maestría, a quien se ha perdido.
Yo sólo puedo transmitir algunos
sentimientos y recuerdos personales de quien tanto influyó en el desarrollo de
una vida que entró en el mundo del periodismo después de haber salido del
militar a empujones. Y uno de esos recuerdos es la imagen, en la redacción de
Cambio 16 en Castellana, de un mastodonte embutido en una especie de blusón
que, según decía, utilizaban los mieleros de su pueblo, Busdongo, en León.
Esa humanidad llegó a la redacción de Diario 16 de la mano
de
Pedro J. Ramírez a ayudar a salvar la nave que zozobraba y desde el primer
momento todo el mundo supo de sus peculiaridades - que las tenía, vaya si las
tenía - y supo concitar amores y odios, de estos solamente unos pocos, de
aquellos cantidad, mientras en su columna fustigaba a diestro y siniestro.
Se comentaba entonces, en clave de humor,
claro, que una de las razones por las
que el periódico se vendía más era porque muchos lo compraban para leer al
"Guti" y leían Diario 16 y, otros, para ver que decía "el cabrón este" y
arrojar el ejemplar al suelo con rabia no contenida. Por la redacción, la gente
se acostumbró, en los primeros años a ver a esa mole, embutida en su camisola mielera de León, presumiendo de
haber sido soldador en su juventud, hasta el punto de que, con ocasión de una
obra menor en la redacción, agarró el artefacto de soldar de un operario y casi
deshace lo que el otro había hecho entre
las carcajadas de todos, "Guti" incluido.
Cronista parlamentario, admirado y
temido, todos coincidían que "lo que pasa es que el Guti es el Guti", esa
obviedad aparente que se utiliza para definir un personaje como único. De
director, con todas sus contradicciones, en los momentos más difíciles de
Diario 16, se dedicó a la difícil tarea de buscar dinero para pagar las nóminas.
Al mes siguiente de que los nuevos amos lo echaran, dejaron de pagarse las
nóminas de unos trabajadores que siguieron sacando adelante la publicación, que
se iba al traste, por una crisis empresarial, que no redaccional, como dijera
quien le apoyó, sin fisuras, desde siempre, mi amigo Antonio Romero.
Las huelgas y la acción de una parte del
comité de empresa liderado por mandantes /as ayudaron a acabar con una cabecera emblemática
del periodismo español de aquellos años. Supo enfrentarse a quienes atacaban a
los que hacíamos un periódico básico para nutrir a las cabeceras regionales,
incluso dando la cara con acompañado por
directivo de la redacción, mientras otros salían del edificio escondidos en
coches escoltados por la policía.
Podría seguir y no acabar, pero conforme
pasan los minutos, se hace más difícil seguir frente la pantalla dándole a la tecla. En el momento
de escribir estas líneas, no se como nos has dejado. Qué más da. El hecho es
que te has ido. Gracias por todo, lo bueno y lo malo, que nos enseñaste a
muchos. Gracias por haber entrado en mi vida. Gracias, amigo y director.
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