Hoy la radio hace un punto y aparte,
para recordar a un maestro del humor, a un catedrático de la sonrisa, a un
académico de la ironía, a un doctor en el más humano de los saberes, un hombre
cordial, afable, y rebosante de generosidad, Antonio Mingote.
Los 93 años de su vida estuvieron llenos
de un trabajo incesante, realizado con amor y dedicación. Lo más florido y
granado de su obra está publicado en el diario ABC, desde aquel 19 de junio de
1953, cuando comenzó a publicar en él su
chiste diario. Antonio Mingote creó una nueva forma de hacer periodismo, su
chiste se convertía en comentario,
crónica social o editorial de fondo.
Creó un estilo, y con él presidió toda una escuela de discípulos que siguen
expresando en una viñeta las mil caras de la vida.
Antonio fue un cronista gráfico de
admirable precisión. Nos enseñó una nueva forma de contemplar y comprender la
vida. Nadie como él supo resumir, a veces en un dibujo sin palabras, la verdad
de una noticia. Si había que criticar, Antonio lo hacía, pero sin crueldad. Dibujaba
el esperpento con una mirada comprensiva, atacaba la necedad, el fanatismo y la
malevolencia pero nunca lo hacía con el ánimo agrio y resentido.
Y un buen día llegó a la radio, y se
enamoró de ella. Desde entonces, cada miércoles, acudía para sentarse ante un
micrófono y presidir El Debate sobre el Estado de la Nación. Antonio llevaba la
batuta de aquel increíble Congreso de Humoristas, donde brillaban Miguel Gila,
Manuel Summers, Chumy Chumez, AntonioOzores, Jordi Estadella, José Luis Coll, Alfonso
Ussía, y Luis Sanchez Polack, el inolvidable Tip. Antonio, con su amable autoridad, fue el
feliz contrapunto de ese enorme batiburrillo
y se encargaba de proponer al personaje de actualidad, digno de recibir
el título de "Mas Bonito que un San Luis". Nunca olvidaremos aquellos miércoles, donde
los micrófonos aprendieron a sonreír como nunca lo habían hecho. Y entre tanta
explosión de genialidad, allí estaba Antonio, poniendo orden y cordura, y dando
el toque magistral, con su entrañable sabiduría.
Echamos mucho de menos a aquel Antonio
Mingote, que disfrutaba de la radio como un niño con unos lápices de colores. Y
descubrimos que la radio era además la compañera constante en sus horas de
trabajo, cuando se enfrentaba ante un papel en blanco y buscaba entre los recovecos
de la actualidad el germen de una idea feliz para convertirla en el chiste del
día.
Hoy esa misma radio le hace un
homenaje, en compañía de una selección de sus innumerables amigos. Un homenaje
póstumo a un hombre sencillo y modesto que huía de los agasajos y los
protocolos. Hoy no hay más protocolo que el del cariño, ni hay más homenaje que
el del corazón. Todos los que le querían, que son legión, y muy en especial, Isabel, deben saber que esta radio nuestra siempre
tendrá presente la hondura de su humor, la longitud de su inteligencia y la
anchura de su sonrisa.
Gracias Antonio, por haber sido como fuiste,
un gran maestro, un enorme humorista, un excelente amigo, y sobre todo, un hombre bueno.