viernes 30 de marzo de 2012, 14:01h
A
ningún piquete informativo se le ocurrió parar el encuentro de fútbol entre el
Atleti y el Hannover durante la huelga del pasado día 29. De haberlo hecho, sus
miembros habrían perecido en el intento, porque con el fútbol no se juega.
Ésa
es la paradoja: a mayor crisis económica, mayor afluencia a los estadios,
aunque muchos aficionados apenas tengan luego para comer. Algo de eso sucedió
en Argentina durante la peor etapa del corralito,
hace diez años: el precio de las entradas del partido Boca-River Plate, por
ejemplo, batió todos los récords.
Lo
curioso es que nadie se mete con el fútbol ni con su costosa liturgia. El mismo
personal al que le escandalizan los 10 millones anuales que cobran ejecutivos
como Alfredo Sáenz, Sánchez Galán o Francisco González, no dice ni pío del sueldo de 13 millones de Cristiano Ronaldo ni de los otros
tantos que se embolsa en concepto de publicidad.
Estamos
hablando, además, de una actividad, la futbolística, insolidaria con el
conjunto de los ciudadanos. Los clubes de fútbol españoles adeudan 752 millones
a la Seguridad Social, es decir, a la misma que debe financiar nuestra salud,
nuestras pensiones y otras prestaciones sociales. Y en vez de manifestarnos
cabreados ante los estadios, sólo lo hacemos frente a las entidades bancarias.
En
tiempos de Franco, donde el fútbol
tenía muchísimo menos peso social que ahora, se decía que era utilizado por la
dictadura para adormecer con él a los ciudadanos. Ahora, tras 35 años de
democracia, somos nosotros mismos, al parecer, quienes sin ayuda de nadie nos
inyectamos la droga del fútbol para así huir de nuestra cotidiana realidad.
Diplomado en la Universidad de Stanford, lleva escribiendo casi cuarenta años. Sus artículos han aparecido en la mayor parte de los diarios españoles, en la revista italiana Terzo Mondo y en el periódico Noticias del Mundo de Nueva York.
Entre otros cargos, ha sido director de El Periódico de Barcelona, El Adelanto de Salamanca, y la edición de ABC en la Comunidad Valenciana, así como director general de publicaciones del Grupo Zeta y asesor de varias empresas de comunicación.
En los últimos años, ha alternado sus colaboraciones en prensa, radio y televisión con la literatura, habiendo obtenido varios premios en ambas labores, entre ellos el nacional de periodismo gastronómico Álvaro Cunqueiro (2004), el de Novela Corta Ategua (2005) y el de periodismo social de la Comunidad Valenciana, Convivir (2006).
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