lunes 26 de marzo de 2012, 11:21h
Los resultados
decepcionantes de las elecciones autonómicas celebradas en Andalucía y
Asturias, apenas cumplido el primer trimestre del triunfo absoluto del PP en
unas elecciones generales, supone un tropiezo en las expectativas del aún nuevo
gobierno. Expectativas pronosticadas por una demoscopia plural que ha
demostrado no solo no ser una ciencia exacta sino parecerse más a las
adivinanzas de los clarividentes que presumen cuando, por casualidad, aciertan
y se callan cuando se equivocan. Para el PP la coyuntura tenía a su favor la
confianza en su mejor capacidad para afrontar una crisis socioeconómica y su
mayor competencia para desenvolverse en el plano internacional donde se apoyan
las soluciones financieras colectivas. Esto valía en unas elecciones generales
que planteaban un cambio de rumbo en una política nacional manifiestamente
incompetente y que contaba con la labor inestimable del presidente Rodríguez
Zapatero como un icono de impopularidad y desconcierto fluctuante. La apenas
iniciada tarea de Rajoy como promotor de recortes y reformas aún impredecibles
merece y tiene un cierto grado de aceptación, como la del enfermo que se traga
la medicina, aunque sepa amarga, porque puede curarlo. Pero esa aceptación, por
si sola, no es una fórmula válida para todos los paladares de la política ni
lleva en su composición todos los factores emocionales, personales y
diferenciales capaces de trasladarse a cada confrontación electoral.
La realidad es
que, a pesar de la coyuntura propicia en política nacional y los pronósticos
optimistas, el PP no ganó estas elecciones sino que subió un número de escaños
insuficiente para gobernar y ganar unas elecciones es ser capaces de gobernar y
no compararse, más o menos favorablemente, con los otros partidos. ¿Por qué no
ganó a pesar del descrédito de otros partidos, de las corrupciones y de la
erosión por el uso y abuso de los rivales? Hay varios factores a tener en
cuenta pero muy significativamente la rutinaria manera en que se promovieron
las candidaturas populares según el método de dejarse llevar a favor de
corriente, con un tono blando y una imagen vulgar, muy propio del estilo que
emanan los aparatos acomodaticios de la burocracia partidista dada a aplicar
sin riesgos la ley del mínimo esfuerzo y alimentarse habitualmente con el
módico menú de la casa.
La tendencia a
creer que cualquier persona sirve para cualquier cosa y para todo momento hace
que los factores personales no sean tenidos en cuenta, dándose circunstancias tan evidentes como el bloqueo
a la candidatura en Asturias del político del PP que contaba con el historial y
el liderazgo territorial añadido suficiente para lograr una clara mayoría si no
se empeñase su propio partido en sustituirlo por candidatos anodinos. En Andalucía
la larga trayectoria de Arenas no estaba acompañada por figuras provinciales
capaces de suscitar gran atención por su capacidad de comunicarse, por su
novedad o por su prestigio biográfico. Desconocer la importancia de los
fichajes y la capacidad de presencia pública de los políticos es algo que se
paga cuando no se lucha por encastillarse en el poder sino para asaltar el
castillo.
Hay dirigentes
que no son verdaderos políticos, como el presidente Monti en Italia, que llegó
a donde está como un tecnócrata sin apoyo popular directo que se puede
permitir, mientras dure el terror a la ruina, dejarse llevar a favor de
corriente sin componer equipos humanos capaces de movilizar a la opinión
popular. Pero no es el caso de España, donde una mayoría absoluta respalda a un
gobernante para que pueda actuar al frente de una "armada" eficiente y
arriesgada y no de una máquina decepcionante y cansina de "aparachiks". Estos
tropezones vienen de la falta del valor añadido de los grandes equipos humanos
y, afortunadamente, son solo oportunidades perdidas, por el momento. Un
tropezón, como dice el tango, cualquiera da en la vida y no interrumpe la
marcha cuando no es suficiente para provocar una caída. ¡Pero cuidado con los
tropezones por no conocer bien el suelo que se pisa!
Ex diputado y ex senador
Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
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Comentarios
Últimos comentarios de los lectores (1)
4858 | Pikertom - 28/03/2012 @ 13:09:57 (GMT+1)
El tropezón de Andalucía no radica en un tono blando, etc, sino en la reforma laboral a favor de la codicia de los empresarios, y en los recortes que los ciudadanos sufren sin que vean, a cambio, las soluciones que permitan salir de esta crisis. Hay radica el tropezón. Lo demás es marear la perdiz. Por cierto, los medios de comunicación que no dejan de insultar a los andaluces por emitir un voto que no les gusta, es lamentable, inaceptable y antidemocrático. Lo de los tertulianos afines a esos medios de comunicación, son simplemente unos canallas.
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