" La solución
al problema no es, por tanto, policial ni de persecución, sino de política
social y de humanidad"
Pedir una moneda en la calle, tender la
mano demandando caridad, ejercer la mendicidad en la vía pública, en una plaza,
a la puerta de una iglesia... será multado, según acuerdo del ayuntamiento de la
ciudad de Valladolid, con una sanción de hasta 750 euros, que podrían llegar a
los 1.500 si esa solicitud de auxilio se hace con actitudes coactivas o de
acoso. Eliminamos de este "correo sin respuesta" estas últimas modalidades (la
coacción o el acoso) porque nos parecen reprobables, y nos fijamos en el hecho
de pedir pacíficamente para comer, de solicitar una ayuda de emergencia, de
implorar una pequeña cantidad de dinero; de, a fin de cuentas, ejercer la
mendicidad por razones de estricta necesidad, tal como les ocurre, por
desgracia, a decenas de miles de españoles o de extranjeros en nuestro país.
En primer lugar, nadie es mendigo por
"hobby" ni por capricho. Quien sale a la calle a suplicar una limosna es porque
se le han agotado todas las vías para obtener algún dinero con el que afrontar
su propia desesperación, y la de su familia. Si hay mendigos, es porque algo
falla en la sociedad (porque no hay
trabajo, porque no hay unas medidas sociales de protección, porque nadie les
concede nada a estas pobres gentes si no se hacen visibles extendiendo la mano
o sentándose ante una caja de cartón en las zonas más transitadas). La solución
al problema no es, por tanto, policial ni de persecución, sino de política
social y de humanidad.
Y en segundo lugar, ¿de dónde van a sacar
el dinero para pagar la multa estos indigentes, en caso de ser sancionados por
el ayuntamiento de Valladolid?. ¿Van los mendigos a engrosar oficialmente a la
nómina de vallisoletanos deudores, con unas cuentas pendientes con las armas
municipales? Además de pobres ¿van a ser convertidos en delincuentes por
incumplir el reglamento de la ciudad? Todo ello nos parece absurdo, y no
sabemos qué dirían Miguel de Cervantes o Miguel Delibes o Francisco Umbral, que
fueron ciudadanos de la capital del Pisuerga y del Campo Grande, ante estas
medidas municipales. O mejor dicho, no
lo sabemos pero sí lo sospechamos: dirían que se trata de medidas con
nada justas, con escaso sentido práctico, y que quizá sean concesiones a las
apariencias más que intentos de resolver un profundo problema de los seres
humanos marginados. La mendicidad, que es consecuencia de la pobreza, no se
resuelve ocultando, persiguiendo o cambiando de lugar a los pobres. Y las
corporaciones municipales no están para maquillar y falsear las evidencias, sino
para colaborar a su solución. Señor alcalde de Valladolid, amigo Francisco
Javier León de la Riva: le pedimos, por caridad, una limosna; la limosna de que
anule un decreto sin sentido.
Son normas que no resuelven nada. ¿Y que pasa con el problama de prostitución de la carretera de Renedo? eso no lo retiran, ni hacen nada, y posiblemente ahí existan conductas delictivas mucho más importantes que el pedir por las calles, además de la pobres meretrices.