martes 28 de febrero de 2012, 12:32h
Asistimos a un auténtico sacrificio en
Europa. La lenta agonía a la que se está sometiendo cruelmente a los
ciudadanos griegos no tiene otra razón que salvar los balances de la
banca europea para iniciar después una nueva fase de conquista del
capital privado en toda Europa.
Como es lógico y era de esperar, el
sacrificio se disfraza de buenas palabras y argumentos para hacer creer
que lo que en realidad se lleva a cabo es el "rescate" de Grecia para
evitar su hundimiento inevitable. Pero no hay nada más lejos de la
realidad.
Por si no había estado claro antes, el
llamado segundo rescate griego ha puesto de relieve una vez más la
verdadera intención de las autoridades europeas. Las mentiras se
difunden con objeto de confundir, pero los datos contradicen la
propaganda oficial. Ninguna de las medidas de ajuste puestas en marcha
hace ya más de dos años por el gobierno griego a instancias de las
autoridades europeas e internacionales ha funcionado. Como era
predecible, porque en realidad no buscaban su recuperación ni podían
conseguirla de ningún modo, la economía griega se ha seguido viniendo
abajo, aunque ahora incluso más estrepitosamente: la actividad ha
decrecido un 14% en lo que llevamos de crisis, lo que ha demostrado que
los ajustes no son un remedio ante una recesión económica.
Y es lógico. Es verdad que Grecia
traía de antes un mayor problema de deuda pública (entre otras razones
por la corrupción de la dictadura de los coroneles, de las empresas que
se lucraron con las Olimpiadas y por las trampas de Goldman Sachs
liderado entonces en Europa por el actual gobernador del Banco Central
Europeo), que hizo que la incidencia extraordinaria de la crisis
financiera causada por la banca internacional fuese aún más grave en
aquel país. Como ocurrió en otros países, el gobierno griego tuvo que
afrontar una gran cantidad de gasto público suplementario a la vez que
disminuían sus ingresos públicos como efecto del parón de la actividad
económica, lo que originó la reciente espiral de endeudamiento.
La situación se podría haber resuelto
fácilmente en los primeros momentos: se trataba de una deuda entre
40.000 y 50.000 millones de euros, unas veinte veces menor que la
cantidad que los gobiernos de Alemania y Francia habían dedicado a
salvar a sus bancos privados. Y unas cien veces menor de total gastado
en Europa en ese menester. Es decir, muy pequeña en relación con la que
se ha estado dedicando al salvamento de los intereses privados (con la
diferencia, además, de que éstos eran quienes habían provocado el daño y
el pueblo griego quien lo sufría, por mucho que ahora se quiera culpa
de la deuda a la corrupción "minorista" que es cierto que se practica
bastante en Grecia).
Para afrontar con éxito el problema de
la deuda (otra cosa es acabar con los factores estructurales que lo
provocan) casi con toda seguridad hubiera bastado que el Banco Central
Europeo se hubiera hecho cargo de ella, negociando su pago en plazos
razonables con el gobierno griego, después de haber determinado qué
parte de ella es odiosa, es decir, impuesta al pueblo griego sin su
consentimiento. Y que, al mismo tiempo, se hubiera puesto en marcha,
también con el apoyo del BCE y de Bruselas, un plan de apoyo a la
actividad económica para reconducir el modelo de crecimiento y regenerar
las capacidad de creación de ingresos en la economía helena.
Es cierto que este cambio de dirección
hubiera requerido reconfigurar todo el modelo de crecimiento europeo,
caracterizado por la existencia de fuertes desequilibrios comerciales
internos y por un espectacular incremento de la desigualdad nacional en
todos los países, así como poner en marcha planes de estímulo público
que requerirían un nuevo sistema fiscal más justo y progresivo en la
línea de lo que hemos apuntado junto a Vicenç Navarro en HAY ALTERNATIVAS. Propuestas para crear empleo y bienestar social en España.
Pero es que esa era justamente la precondición para salvar también al
resto de las economías afectadas por la crisis y a la europea en su
conjunto.
El problema naturalmente consistía en
que un cambio de esa naturaleza no era neutro desde el punto de vista
del reparto de la renta y del poder, porque suponía afectar muy
seriamente a los privilegios y a las ganancias de la banca y de las
grandes empresas europeas y muy particularmente de la banca alemana.
Incapaces de enfrentarse a estas últimas, y a pesar de que era evidente
que cualquier otra actuación iba a conducir al hundimiento definitivo
de Grecia, en primer lugar, y de los demás país después, las autoridades
europeas decidieron intervenir en Grecia con un único principio moral y
con una sola estrategia económica: la banca primero.
Eso fue lo que llevó a dejar la
financiación de la deuda griega en manos de los bancos. Así, y gracias a
los rumores lanzados por ellos mismos y a veces por las propias
autoridades para hacer subir artificialmente la prima de riesgo griega,
la deuda se ha ido encareciéndola progresiva y escandalosamente, hasta
llegar a la situación actual, y proporcionando paralelamente suculentos
beneficios a bancos y especuladores de todo tipo. Una espiral irracional
y cuasi diabólica: la banca provoca la crisis y genera la deuda y la
propia banca se encarga, con más deuda, de imponer el pago cada vez más
oneroso a costa de destruir la generación de ingresos que puedan
pagarla.
Para evidenciar el principio de que
las deudas hay que pagarlas por encima de todo, aunque sea con
independencia de su forma de nacer y de la responsabilidad de quien las
haya provocado, las autoridades europeas no han dudado en estos últimos
años en imponer a Grecia medidas de ensañamiento tan brutal como
inadecuadas incluso para el objetivo de pagar la deuda que decían perseguí: recortes de sueldos y salarios y de gasto social o
privatizaciones que han destruido el tejido empresarial y millones de
puestos de trabajo, ocasionando la disminución de la actividad y de los
ingresos, además de un incremento impresionante de la pobreza y el
sufrimiento social de todo tipo. Eso sí, incluso aumentando las compras
de armamento a Francia, Italia o Estados Unidos mientras que los
gobiernos de estos países imponían al griego que bajara aún más el
salario mínimo.
Al obligar a Grecia a endeudarse más
en los mercados para refinanciar su deuda pública queda patente el
diseño tan absurdo y oneroso de una unión monetaria que renuncia a
disponer de un auténtico banco central con tal de conceder privilegios a
la banca privada. Algo que no puede considerarse como un simple error
sino como la consecuencia trágica de la complicidad entre las
autoridades políticas y los poderes económicos y financieros que se
viene dando en Europa.
Tan irracional es lo que está
ocurriendo que, con tal de salvaguardar hasta el último euro de
beneficio bancario, se llega incluso a perturbar el equilibrio
financiero que la propia banca necesita para seguir ganando dinero.
Como sabemos, los bancos se encuentran
hoy casi completamente descapitalizados como consecuencia de la quiebra
que les produjo la acumulación masiva de basura financiera en los
últimos años. De ahí que tenga que ser el Banco Central Europeo
(convertido en financiero de la banca privada en lugar de serlo de los
gobiernos, como es lo que debe hacer cualquier banco central) el que
proporcione a los bancos privados todo el dinero que deseen. Así, es que
tiene barra libre al 1% en el Banco Central Europeo para que
financien a Grecia a tipos de interés mucho más elevados. Pero como
consecuencia de las primas tan altas que provocan las presiones de la
propia banca y las políticas que imponen las autoridades que la
defienden, resulta que el riesgo de impago es cada vez más alto. Tan
alto, que es seguro que la banca tendrá que renunciar a cobrar una buena
parte de la deuda. Lo que lleva al Banco Central Europeo a intervenir,
pero en lugar de salvando a Grecia, salvando de nuevo a la banca
privada, ahora comprando títulos de alto riesgo en el llamado mercado
secundario, es decir, trasladando de nuevo los riesgos desde los bancos
privados hacia su propia entidad.
Así es como las autoridades europeas
permiten que los bancos privados hagan el agosto a costa del pueblo
griego. El objetivo no es otro que facilitarles que vayan saneando sus
balances sin dejar de obtener pingües beneficios con el dinero del banco
central, con la fuente inagotable de deuda que nace de Grecia (porque
las autoridades le imponen que se endeude para pagar la deuda) y con las
compras d Banco central Europeo. Un negocio redondo porque el banquete
lo paga otro: el pueblo griego.
La operación es cruel en grado
extremo. Para que plan funcione debe extraerse todo el beneficio que se
pueda de la deuda de Grecia pero eso hay que hacerlo evitando que
colapse el sistema financiero europeo (lo que podría ocurrir si la
economía griega llega a la completa extenuación y deja por completo de
pagar), para lo cual se precisa que Grecia agonice (haciendo subir al
máximo su prima de riesgo) pero sin perder del todo la vida. El Banco
Central Europeo y la Unión Europea son quienes se encargan de sostener
el hilillo de vida hasta que se ejecute el acto final del plan que
consistirá, muy probablemente, en un tercer rescate griego.
Aunque
entonces ya solo afectará a todos los títulos que el Banco Central
Europeo ha comprando a las entidades financieras. Entonces Grecia
quedaría liberada del peso de la deuda pero solo después de haber dejado
extenuadas a su economía y a su sociedad, y ya podría empezar a
librarse allí la batalla común a la de otros países europeos que le
queda por ganar al capital privado europeo: desmantelar los sectores
públicos y modificar profundamente la regulación económica.
No es cuestión de darle consejos a
nadie, pero más les valdría a los griegos dar un definitivo golpe en la
mesa y ser ellos los dispuestos a dejar la ruleta rusa en la que le
obligan a estar, repudiando la deuda y saliendo del euro si hiciera
falta. Pasarán años duros, pero quizá no peor que los que les esperan
dentro. Y otro países, como el nuestro, deberían ir tomando nota. Grecia
no va a padecer sola.