Rajoy y Rubalcaba: misión (distinta) casi cumplida
martes 08 de noviembre de 2011, 08:13h
La pregunta sobre quien ha ganado el
debate de anoche es difícil de responder mediante sondeos de opinión, entre otras razones
porque pesa sobre las y los consultados la intención de voto original y ese
sesgo, pese a los filtros metodológicos, es imposible de eliminar por completo. Dicho de otra forma, lo
sorprendente hubiera sido que no ganara Rajoy, ya sea por poco (Metroscopia) o
por mucho (Demoscopía). En general, podría sugerirse que quizás Rajoy debería
haber ganado por una distancia mayor de la obtenida, lo que querría señalar
algo también previsible: que Rubalcaba es mejor espadachín dialectico que
Rajoy, algo que, desafortunadamente para él, no lo convierte en mejor candidato
a Presidente de Gobierno. Los sondeos de anoche que incluyeron una pregunta al
respecto siguen mostrando una distancia de 15 puntos a favor de Rajoy.
Lo que sí se puede afirmar es que
ambos contendientes lograron casi por completo los objetivos que buscaban en el
debate, que, por cierto, eran bastante distintos. Rajoy logró pasar la prueba
sin cometer errores graves y subrayando la mala gestión, sobre todo económica,
del Gobierno al que perteneció Rubalcaba. Y el candidato socialista logró
incomodar al popular insistiendo en los puntos ambiguos de su programa, pero
sin conseguir tampoco su objetivo por completo: lograr que Rajoy cometiera una
gran metida de pata. Rajoy pareció más sólido en política económica y menos en
políticas sociales, pero luego fue el único que habló (brevemente) de política
exterior.
Respecto al público meta, Rajoy
buscaba dirigirse al centrismo político y a la golpeada clase media
(profesional o emprendedora), mientras Rubalcaba se dirigió sin rodeos a sus
votantes tradicionales y a los trabajadores organizados. Y me atrevería a
pensar que cada uno logró casi totalmente tocar las sensibilidades perseguidas.
Ahora bien, ¿todo eso significa que
el debate cambió las expectativas electorales cara al 20-N? Pues, la verdad,
creo que muy poco, precisamente porque ambos tenían objetivos distintos: el uno
(Rajoy) quería mostrarse como un Presidente de Gobierno confiable y aplicado y
el otro (Rubalcaba) recuperar suficiente voto propio para constituirse en un
buen jefe de la oposición (por eso la fórmula de interpelación parlamentaria
que lució en este debate).
Afortunadamente, por cierto, se
cumplió la predicción que hicimos desde esta esquina la víspera del debate: al
tener menos calor partidario, menos arropamiento de sus clásicos, Rubalcaba no
siguió la tónica poco edificante de los mítines socialistas inmediatamente
anteriores y supo conciliar mejor la actitud incisiva con el mínimo respeto y
la elegancia dialéctica necesaria. Bien por Rubalcaba. Esperemos que no regrese
a la chabacanería de la pelea barriobajera en sus próximos mítines, porque eso
sale a los medios y le perjudica notablemente. Insisto, seguir en esa
estrategia sería suicida, porque aunque recuperara algunos votos rojos perdería
muchos más votos de centro, lo que al final asegura la debacle electoral, que
es lo que debe importar en ultimas cuentas.
Finalmente, no puedo evitar insistir
en la cortedad de miras que han mostrado ambos candidatos respecto de lo que
necesita realmente el país. Hubo un momento de acuerdo entre los dos
contendientes que fue de oro: Rubalcaba le aseguró a Rajoy que tanto si
consiguiera el Gobierno como si se encontrara en la oposición contaría con su
apoyo irrestricto en la política antiterrorista, a lo que Rajoy le contestó que
también él aceptaba ese mismo compromiso. Cabe entonces la pregunta: ¿las
propuestas de política económica de ambos candidatos son tan diametralmente
opuestas, para que no se proponga un compromiso nacional para una política de
Estado sobre crecimiento y empleo?
Perdonen, pero no me lo creo. En
primer lugar, porque hay muchas cosas básicas en las que ambos coinciden, sobre
todo respecto al mantenimiento de los compromisos frente a la Unión Europea
(ocurrencias rubalcabianas aparte sobre prorrogas imposibles). En segundo
lugar, porque las discrepancias, que existen, no me parecen innegociables. Y en
tercer lugar, porque percibo que hay énfasis que no son necesariamente opuestos
sino mas bien complementarios. Por ejemplo, creo que el acento que pone Rajoy
en la recuperación de la pequeña y mediana empresa es fundamental para el país,
no sólo en términos de empleo sino de igualdad social (recomendaría la lectura
del informe de CEPAL "La hora de la Igualdad" sobre el peso que tiene la brecha
de productividad entre la pequeña y la gran empresa, como fuente de
desigualdad). ¿No sería negociable un cronograma con fases, una primera para la
negociación directa a nivel de pequeña empresa y otra segunda para el regreso
al convenio colectivo sectorial que presionara a la pequeña empresa a mejorar
su productividad, en un contexto más favorable de crecimiento y apoyo público?
En suma, sigo pensando que la
convergencia para una política de Estado para salir de la crisis es
perfectamente posible y que sería bueno que ese entendimiento llegara antes de
que las circunstancias nos obliguen a formar Gobiernos de coalición forzados,
como está sucediendo cada vez más en los países intervenidos y/o rescatados. Y
que es una lástima que esa posibilidad de concertación no se haya barajado en
el debate, donde los candidatos se han mantenido en el llamamiento a la unión
de todos, pero en torno a su propio gobierno, cosa que, como se sabe, es
bastante diferente a la búsqueda de una política concertada de Estado. Y el
momento de oro sobre el acuerdo antiterrorista (independientemente del
resultado electoral) demuestra que esa opción es posible.