Estrategia PSOE: recuperar a los suyos y perder a los demás
lunes 07 de noviembre de 2011, 09:14h
Tengo que admitir que hace tres meses
no me lo esperaba: cuando Rubalcaba daba el paso al frente para sacrificarse
por su partido y salvar los muebles, no creí que acabaría haciendo una campaña
tan ramplonamente defensiva y con tanta - por usar el término que le gusta a su
mentor González- acritud.
No puedo suponer que los estrategas
de la campaña Rubalcaba no lo sepan, lo cual significa sólo una cosa: están
convencidos de que es la única opción (desesperada) que les queda, para evitar
una derrota fría, sin calor partidario. Han decidido pues una estrategia
numantina: recuperar a los suyos aunque pierdan con ello a todos los demás.
Digo que es imposible que no lo
sepan, porque para alguien que haya tenido algo que ver con una campaña
electoral, la cuestión es simplemente elemental: desde el lema basado en la
idea-fuerza de lucha, hasta la beligerancia reciente de los mítines con las
viejas glorias, todo destila el tono agrio con el que es imposible ganarse al
grueso del electorado.
Claro, se lo ponen en bandeja al
candidato popular: "Esta no debe ser una lucha de partidos, sino el inicio de
un esfuerzo conjunto para sacar al país de la crisis" ha dicho Mariano Rajoy
con toda la comodidad imaginable. Paradojas de la vida, el PP ganando imagen de
fórmula cohesionante para dirigir el país. Es decir, todo el discurso del PSOE
sobre la amenaza que significa la llegada de la derecha al gobierno,
incrementando la diferencia entre pobres y ricos, lo anulan con una
comunicación estratégica basada en la ruptura de la cohesión colectiva.
Por eso digo que tengo que admitirlo,
nunca creí que Rubalcaba fuera a caer en este tipo de campaña. Estaba
convencido de que se mantendría dando una contienda elegante por el conjunto de
la ciudadanía. Pero lo dicho, no es lo mismo actuar con el agua hasta las
rodillas que sentir el agua llegando al cuello. Parece que en estas
condiciones, las ambiciones cambian. Tal vez ahora lo único que le importe a
Rubalcaba es la situación en que va a quedar el 21 de noviembre entre sus
partidarios. Por eso, el grueso de su campaña se dirige a ellos. No importa si
para lograrlo tiene que lanzar a sus maestros a lucir lo peor de si mismos,
incorporando el asunto ETA como argumento electoral, o dejándose caer en el
insulto personalizado contra Rajoy. Ni que decir tiene que todo ello incluido
en la pócima general del recurso al voto del miedo.
En pocas palabras, a corto plazo esta
es una campaña suicida, aunque quizás a mediano plazo tenga sentido para
galvanizar su liderazgo interno. Es una campaña suicida, porque el 20-N no va a
ser fácil distinguir entre el voto recuperado y el perdido: simplemente se
contarán los votos que obtenga el PSOE y se comprobará la profundidad de la
catástrofe. De nada servirá el supuesto color del voto, incluso si las encuestas
mostraran a renglón seguido que Rubalcaba había conseguido recuperar parte del
voto socialista histórico. Es decir, si la derrota es morrocotuda de poco
servirá que la haya sufrido en medio del calor de nutridos mítines partidarios.
Claro, siempre habría sido peor una
derrota rotunda, como la que vaticina el CIS, en medio de la frialdad de sus
correligionarios. Esa, supongo, es la causa de fondo que está inclinando a
Rubalcaba a desarrollar una campaña complemente a la defensiva, casi iracunda,
que le deja la imagen conciliadora y de fuerza tranquila a su oponente.
Esperemos que esa estrategia numantina no se manifieste excesivamente en el
debate televisado. Quizás al estar solo Rubalcaba recupere algo de la serenidad
y la elegancia perdidas. Es todo lo que se puede decir a su favor.