viernes 04 de noviembre de 2011, 13:35h
En los primeros compases de la campaña
electoral (aunque, en realidad, vivimos
en campaña todo el año...), aparecen dos grupos humanos en España a los que los
políticos quieren conquistar para que les voten. Nos referimos a los indecisos
y a los indignados. Según los cálculos que hacen los socialistas, hay en
España más de tres millones de ciudadanos indecisos que en muchos casos son
antiguos votantes del PSOE, que están
desencantados y que no saben si abstenerse, si darle una oportunidad a Mariano
Rajoy o si regresar a su vieja adhesión al partido cuya lista encabeza Pérez
Rubalcaba.
Convencer y ganarse a esos
tres millones y pico de votantes dubitativos es el objetivo -y casi la obsesión- de los socialistas hasta para que la derrota
no sea tan escandalosa. Después -piensan haciendo las cuentas de la lechera-
tendrán cuatro años para reorganizarse desde la oposición: un cuatrienio en que
mejorará la situación, y así volverán al Poder
en próximas legislaturas, dentro de la alternancia política española que
fundaran Cánovas y Sagasta. Pero al
Partido Popular también le atraen los indecisos: los quieren para sus filas,
pretenden acabar con sus dudas, intentan demostrarles con las encuestas que el
sentido común dice que "ahora toca Rajoy en La Moncloa".
En fin, que menuda tabarra nos espera
hasta el día 19, jornada de reflexión en la que ya está todo decidido y todo el
pescado vendido.
Pero, como les decíamos, al lado de los indecisos
hay otro grupo de españoles muy significativo como exponente de las inquietudes
de la sociedad, y que son los indignados, que hoy intentarán desafiar a
la Junta Electoral y concentrarse en la Puerta del Sol, iniciando una serie de
movilizaciones que tendrán su acto principal en la manifestación del domingo
día 13 en Madrid. Y como los "indignados" son un movimiento social, y no un
partido político que concurre a las elecciones, socialistas, populares e
Izquierda Unido los quieren llevar a su territorio como el molinero lleva el
agua a su molino. Y les vienen a decir: "Nosotros también estamos indignados,
así que arrieros somos y en el camino nos hemos encontrado". Para unos, los
indignados son poco menos que unos anarquistas que no se saben adaptar a los
tiempos que corren; para otros, forman parte de un movimiento mundial que
pretende la justicia social y el fin de las clases privilegiadas, entre ellas
la de los políticos. Difícil, pues, que piquen en el anzuelo de darle el voto a
un partido, cualquiera que sea, en el que no creen...
Y éste es, en fin, el panorama en este
primer viernes de noviembre. Es la España de los convencidos, la de los indecisos
y la de los indignados. No son dos Españas, sino tres. Es el bendito
pluralismo, que sólo se da en libertad, pero es también un jeroglífico o un
crucigrama o un "sudoku" cuyo resultado se conocerá el próximo día 20 cuando
las urnas pongan a cada uno en su sitio.