lunes 31 de octubre de 2011, 10:19h
Cada día que pasa hay menos trabajo pero más fiesta.
Ahora
le toca el turno a Halloween, festejo que no tiene nada que ver con nuestra
tradición, que muchos ignoran de qué va y que hasta hace pocos años ni siquiera
sabían que existía.
Eso no
obsta para que ahora los colegios interrumpan su jornada lectiva y que niños y
no tan niños compitan con disfraces a cuál más extravagante.
Es que
no dejamos pasar ni una sola fiesta. Y, por si no hubiera bastantes, seguimos
inventándolas. Ya ven: la Tomatina de
Buñol es un jolgorio colectivo que apenas si cuenta con 50 años de historia y
ya se ha convertido en todo un clásico, con más tradición que muchas de las
antañonas romerías populares.
Puestos
a inventar, la localidad alpujarreña de Bérchules celebra el fin de año en
pleno mes de agosto y concita a juerguistas de todas partes que están a la que
salta, sea donde fuere.
Hay
quien piensa que esta propensión española a la fiesta está impresa en nuestro
ADN, como ahora se dice. Así se explicaría que, pese a tantas hipócritas normas
contra el maltrato de los animales, continúen los toros embolados y demás
festejos bárbaros y primitivos que jalonan nuestro país.
Lo peor
de todo es que no hay quien le ponga el cascabel a ese gato, ni siquiera en estos
tiempos de crisis económica. Porque mucho quejarnos de los posibles recortes
sociales, sí, pero si se redujese drásticamente el presupuesto de las fiestas
patronales es cuando la gente se lanzaría a la calle en una estruendosa
protesta.
Al
menos, en favor de Halloween, hay que decir que no le cuesta un duro a las
arcas públicas. Algo es algo.
Diplomado en la Universidad de Stanford, lleva escribiendo casi cuarenta años. Sus artículos han aparecido en la mayor parte de los diarios españoles, en la revista italiana Terzo Mondo y en el periódico Noticias del Mundo de Nueva York.
Entre otros cargos, ha sido director de El Periódico de Barcelona, El Adelanto de Salamanca, y la edición de ABC en la Comunidad Valenciana, así como director general de publicaciones del Grupo Zeta y asesor de varias empresas de comunicación.
En los últimos años, ha alternado sus colaboraciones en prensa, radio y televisión con la literatura, habiendo obtenido varios premios en ambas labores, entre ellos el nacional de periodismo gastronómico Álvaro Cunqueiro (2004), el de Novela Corta Ategua (2005) y el de periodismo social de la Comunidad Valenciana, Convivir (2006).
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