¿Estamos locos o qué?
La columna de Gema Lendoiro: "El príncipe y sus absurdos privilegios"
lunes 24 de octubre de 2011, 11:06h
De la misma manera que las muchas
actitudes anticlericales me hacen defender con más ahínco mis creencias
religiosas y toda la parafernalia que conlleva, la actitud de los príncipes de
Asturias me hace ser cada día que pasa más republicana. No puedo soportar los
tratos de favor tan evidentes y sin ningún tipo de justificación. Estamos de
acuerdo en que el príncipe necesita escolta. Vamos a poner dos en lugar de uno,
por si las moscas. Está claro que si acude a un restaurante existan medidas de
seguridad, más que nada porque si algún perturbado se le ocurre poner una
bomba, el resto de comensales no tienen la culpa de haber elegido ese sitio.
Vale que todas esas cosas nos cuesten dinero a los contribuyentes. Sí, ya sé
que repartido toca a poco a cada español pero también es cierto que la
monarquía no es necesaria y, de serlo, que sea onerosa en la figura de los
monarcas y no de su séquito.
Hechas estas premisas, cuento.
Resulta que don Felipe fue el otro día a cenar. Y la seguridad que lo acompaña
vio necesario cortar la calle del restaurante, la calle Ayala en el tramo que
va del paseo de la Castellana hasta Serrano. Todo, suponemos, para la seguridad
del heredero. Pues me cabreo, me cabreo muchísimo porque yo no veo la necesidad
de fastidiar a los ya sufridos ciudadanos madrileños por las magnas ideas de
Zanjardón con más cortes, a todas luces innecesarios porque le heredero se va a
cenar fuera de su palacete.
Esas actitudes tan impropias de
los tiempos que corren, tan alejadas de la imagen de normalidad que la
monarquía, ya que existe, tiene que dar, hacen cabrear al pueblo, y mucho. No
solo son herméticos con sus cuentas, no sólo se van de vacaciones a Grecia en
lugar de quedarse en España y dar ejemplo promocionando nuestro turismo que
falta nos hace, sino que además, se comportan como cualquier millonario yendo a
un club exclusivo de Manhattan.
Que vaya a cenar me parece de
perlas. Requetebién. Él que puede, que gaste que es otra manera de activar la
economía. Pero que lo haga sin tantas zarandajas porque hay mucho pueblo
pasándolo mal y al pueblo esas demostraciones de poderío y distinciones
sociales le cabrean, y mucho.