lunes 24 de octubre de 2011, 08:42h
Durante la reunión que ayer celebró el
Consejo Europeo, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, manifestó que España
ya no está "en primera línea de la crisis debido a los esfuerzos del presidente
Rodríguez Zapatero y del líder de la oposición, Mariano Rajoy". Y lo dijo
delante de la canciller Angela Merkel quien, hace unos días, había reconocido
que España había hecho mucho pero que,
sin duda, "tendrá que hacer mucho más para recuperar la confianza de los
mercados".
Lo cierto es que ni cuando Sarkozy nos hace
un diagnóstico relativamente optimista debemos echar las campanas al vuelo, ni
cuando las agencias de calificación nos llaman severamente la atención debemos
arrojarnos por la ventana. Las opiniones son cambiantes, los dictámenes se
realizan sobre arenas movedizas, pero le realidad sigue siendo la realidad
díganlo Agamenón o su porquero. Y para tomarle el pulso a la situación española
no hay más que salir a la calle, ver los comercios que cierran, el número de
mendigos que aumenta, las colas en los comedores de Cáritas o el disperso y
quejumbroso ejército de los cinco millones de parados.
Si Sarkozy aprecia que Zapatero y Rajoy
están colaborando frente a la crisis, y no son bomberos que se pisan la
manguera ante el bosque en llamas, bienvenida sea esa quizá candorosa
observación... Mejor que nos vean como una sociedad unida ante las catástrofes
que como una jaula de grillos. Pero llegará dentro de unos días la campaña
electoral, y las cañas se tornarán en lanzas, y volverá a escena ese perezoso "y
tú más; y tú, peor" con que los políticos españoles acostumbran a subrayar
sus diferencias.
Por mucho que fatigue, por mucho que
canse, por mucho que aburra, por mucho que agote, la crisis es una verdad como
una catedral, y que no se vislumbra una salida a corto plazo es otra verdad.
Como lo es que el mal de muchos es consuelo de tontos, y que a juicio de Rajoy
el primer ministro griego, Yorgos Papandreu, y el italiano Silvio Berlusconi lo
están haciendo peor que Zapatero. Muchos españoles piensa que peor que lo está
haciendo Zapatero es imposible pero, al parecer, aún los hay más torpes en el
manejo de los hilos del Gobierno. Vivimos en una democracia de palabras, aunque
por decir felicidad no remite un dolor de muelas, ni por decir Constitución
encuentran trabajo los parados.