Todos hablan de 'cambio'. Es la
palabra no ya solamente de moda, sino la que se impone por la vía de la
realidad. Porque estamos en una nueva era. Así que nada de extraño tiene que la
llamada al 'cambio', que siempre es electoralmente rentable, sea la que
predomine, en Gobierno y oposiciones, en esta precampaña. Y de 'cambio' hablarán
las pancartas que salgan a las calles de trescientas ciudades en más de sesenta
países portadas por integrantes del movimiento que ha dado en llamarse
'indignado'. '
For a global change', 'por un cambio global', es el lema central
de esta cosmo-movida que este sábado copará titulares, noticiarios radiofónicos
y televisivos, aceras y avenidas. Quizá sea el movimiento internacional
coordinado más importante de los últimos años. Pero...
...pero el caso es que me da la
impresión de que la palabra 'cambio' no tiene el mismo significado cuando la
emplean los candidatos a las elecciones del 20-n que cuando figura escrita en
las pancartas de los indignados. Unos hablan de cosmética, otros de revolución
en los procedimientos, y quizá no solo de eso. Me recuerda a los comienzos de la
primera transición democrática española, cuando a 'revolución' otros
contraponían 'evolución'. Ganó, naturalmente, la segunda, que, por cierto, llevó
a cabo modificaciones que, a la larga, resultaron ser revolucionarias, porque
modificaron casi todas las estructuras existentes.
Ahora, ante esta especie de segunda
transición a la que nos asomamos, ignoro si los cambios que aparecerán en los
programas electorales serán lo bastante profundos, inteligentes y valientes como
para detener la marea que se nos echa encima, y no me refiero tan solo, claro
está, al movimiento de los indignados. Hay situaciones cuya evolución, sin poner
el contador a cero, es ya imposible. Y, en este sentido, soy moderadamente
pesimista: aquí y ahora se vuela demasiado bajo.
Conste que no estoy minusvalorando
las ofertas electorales -que aún no conozco ni en su totalidad ni en
profundidad-ni tampoco sobrevalorando ese 'global change' que piden los nietos
del sesentayocho, de Berkeley, de la Sorbonne: tampoco sé qué es exactamente lo
que piden los mayoritariamente jóvenes
que van a tomar las calles dentro de unas horas. Pero sí pienso que el futuro
está en manos de estos manifestantes, muchos de los cuales constituirán,
supongo, lo más granado de la 'generación 2020'.
Claro que no estoy para dar consejos
ni a los del cambio con minúscula, ni a los que lo pronuncian con mayúscula, o
en inglés, o a los que meramente quieren el recambio, o el cambiazo, o el
librecambio, o quedarse con el cambio en plan propina. No nos corresponde a los
meros columnistas 'vender consejos que para mí no tengo'. Pero, a quienes,
ilusionados, desesperados o indignados, saldrán a manifestarse este sábado, a
los de la 'generación 2020', me gustaría recordarles aquella frase de
Goethe:
"Tened cuidado con lo que deseáis en vuestra juventud, porque lo alcanzaréis en
la madurez".
A los otros, a los de los programas
electorales, otra frase del autor de 'Fausto': '
per aspera, ad astra'. Solamente
por el camino más duro se llega a las estrellas. ¿Y no es acaso soñar con
alcanzar el cielo el verdadero cambio? Pero, para eso, ya digo, hay que volar
alto, remontarse por encima de las montañas, hasta donde no alcanzan los
catalejos de los miopes de corazón.
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