Con las tendencias para 2012
París se viste de verano en su otoñal Semana de la Moda
jueves 29 de septiembre de 2011, 16:43h
El Prêt-à-Porter de París del estío 2012 pasó hoy del México exuberante y
misterioso de Bernhard Willhelm a la búsqueda de "sex appeal" de Guy Laroche y
las construcciones y deconstrucciones del modisto portugués Felipe Oliveira
Baptista.
Otras propuestas vinieron de la japonesa Limi Feu y sus fluidos vestidos cortos
satinados en negro o azul, y del británico Gareth Pugh y sus trajes galácticos,
fundamentalmente en blanco y negro, combinados con botas altas hasta más allá de
las rodillas.
"Qué es sexo, qué es 'sex appeal', qué es sexy hoy". Con esta
frase, el modisto franco-sueco Marcel Marongiu resumió en declaraciones a Efe su
búsqueda de inspiración para la próxima temporada estival de Guy Laroche.
"La
base es el mar", añadió poco después de haber mostrado un desfile lleno de
sensualidad en el que demostró que transparencias y asimetrías perdurarían en la
indumentaria femenina del siglo XXI.
La inspiración marina hizo que sus
maniquíes luciesen cabellera mojada y piel humedecida para dar mayor resplandor
a vestidos que buscaban ser ante todo delicados y femeninos, pese a estar en
pleno diálogo con detalles y elementos de la indumentaria masculina, a veces
"con uniformes casi marinos", en palabras del artista.
Justamente, en esa
oposición masculino-femenino y en su consiguiente mezcla de materias, entre el
cuero y la muselina, por ejemplo, es donde Marcel Marongiu dijo encontrar el
sexy buscado. Hubo mucho caqui, en vestidos cortos o largos ajustadísimos,
con efectos drapeados, y mucho marino también, algunos blancos, para trajes de
chaqueta cortos impecables y también para abrigos tres cuartos anchos y
estampados asimétricos.
Con el modisto portugués Felipe Oliveira Baptista,
las cremalleras, colocadas en los lugares más insospechados, tomaron hoy el Jeu
de Paume, famoso exmuseo de los impresionistas hasta hace algunas décadas,
volcado hoy en la fotografía y el arte audiovisual.
El también nuevo director
artístico de Lacoste, consciente de que consolida posiciones en París desde 2004
"poco a poco, pero con seguridad", según comentó a Efe, quiso ir en esta
colección a la fuente de muchos de los temas sobre los que siempre
trabajó.
La idea de partida fue la "libertad", para acercarse y tratar las
cosas que a él le gustan, explicó.
De ahí sus vestidos, monos y conjuntos
"evolutivos y muy transformables" en los que las piezas pueden cambiarse y
mezclarse, ayudadas por el efecto cremallera, generalmente en colores
contrastados respecto al resto del conjunto, a veces muy vivos, como naranja o
rojo. Las referencias fueron múltiples y la disposición de las cremalleras
sobre monos pantalón hacían pensar en el paracaidismo y la indumentaria militar,
"pero no con connotaciones negativas, sino como base de exploraciones técnicas",
resaltó Baptista, que las aprovechó para trabajar sobre el corte y la
deconstrucción de modelos y colores, superpuestos como bloques muy
gráficos.
Dispuesta a volar, con vestidos cortos bicolores o tricolores, la
mujer reunirá en sus ropajes asimétricos acentos de color, azul, naranja,
amarillo muy vivos, con tonalidades neutras, beige, marrón o gris. El
objetivo, vestir a una mujer "fuerte, que se asume, sexy también", con la
suficiente dosis de indolencia como para vivir la vida "sin esfuerzo",
explicó.
México llegó luego, ya de noche, con una veintena de modelos creados
allí por el modisto alemán Bernhard Willhelm, quien a la manera de la coreógrafa
Pina Bausch cambió de país con todo su equipo durante un par de meses, para
inspirar su nueva colección y mostrar hoy el resultado en una galería de arte
vecina al Centro Pompidou.
Las maniquíes venían de México, como la idea de la
treintena de modelos fabricados luego en Japón, cargados de colores muy vivos, a
veces fluorescentes, para abundantes "leggins" que se llevan bajo vestidos
cortos, todo siempre, como manda la tradición Willhelm, completamente
destructurado.
De otro lado, entre desfile y desfile, en los salones
Swarovski de la calle Saint Honoré, un optimismo idílico inspirado en la década
de los años 60 del siglo XX, con algún que otro toque años 20, invadía la nueva
colección de la firma austríaca de joyería con un vital y virtuoso estallido de
color y pedrerías.