Pues bien, eso es lo que ha hecho Diego, quizás embargado por la emoción, en el auto homenaje que se organizó este fin de semana en El Astillero. El ex alcalde y candidato a la presidencia del Gobierno de Cantabria se considera a si mismos excesivo, acelerado y desordenado.
Pues ya tienen ustedes tres buenas razones para dudar de sus condiciones para ejercer el cargo al que aspira. De un buen gobernante se espera mesura, tranquilidad y orden. Todo lo contrario de los atributos que, según confesión de parte, adornan a Diego. Que el candidato conservador es excesivo en su forma de ser y actuar no es algo que haya ocultado.
El tono de sus discursos, la forma de sus intervenciones, evidencia sus preferencias por la brocha gorda, por la sal gruesa en lugar de la ironía fina. Que el aspirante a presidente de Cantabria se muestra más acelerado que sereno es algo que se pone de manifiesto cada vez que tienen que tomar decisiones de una cierta trascendencia. A mil revoluciones se puede ganar una maratón, pero es dudoso que se triunfe en las elecciones.
En cuanto a su incapacidad para el orden algo nos temíamos vista su continuada y sistemática ‘perdida’ de los papeles en los debates parlamentarios. Pero no hagamos leña del árbol caído. Que para echarse tierra encima, de palabra y de hecho, Diego se basta y se sobra el solito.