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Desconcierto ante la esfinge

Desconcierto ante la esfinge

martes 15 de febrero de 2011, 19:06h

Los norteamericanos han seguido desde el primer momento los acontecimientos en Egipto y no sólo les intriga lo que está ocurriendo allí, sino lo que parece una desorientación y parálisis de su propio gobierno, pues la Casa Blanca parece ir a remolque de los acontecimientos y tan desorientada en cuanto a lo que sucede como en cuál ha de ser su conducta.

Para un país acostumbrado a funcionar como superpotencia, es una situación insólita la de verse sobrepasado por una realidad que se desarrolla más deprisa de lo que pueden analizar y digerir, no sólo sus propios diplomáticos y espías, sino también sus medios informativos, a pesar de un gran despliegue de corresponsales veteranos en la zona.

Las declaraciones de los funcionarios norteamericanos han sido la primera causa de confusión, pues han pasado de declarar "estable" al régimen de Mubarak, a negar que su sistema sea una dictadura, a pedir que escuche la voluntad del pueblo y finalmente a exhortar un cambio de gobierno. La posición más honrada fue la del presidente Obama quien más o menos vino a decir que no entendía nada en el mensaje a Mubarak el jueves por la noche, en que le pedía públicamente que se explicara.

A todo esto se suman las 'gaffes', como la que el jueves sirvió para reforzar la convicción de que Mubarak estaba a punto de abandonar el poder, cuando fue nada menos que el director de la CIA, Leon Panetta, quien dijo en una sesión abierta a radios y televisiones, que su agencia compartía la opinión general de que Mubarak tenía las horas contadas, aunque quedó rehabilitado el viernes, cuando el Omar Suleimán anunció que Mubarak abandonaba la presidencia y ponía el país bajo control militar.

Que el poder haya pasado al ejército es una perogrullada, pues es allí donde ha estado siempre y tanto Mubarak como sus predecesores salieron de sus filas. Y, en este contexto, el papel del ejército es tranquilizador porque es un elemento conocido pues es donde radica desde hace mucho tiempo el poder, hasta el punto de que los arabistas dicen que "Egipto no es un país con un ejército, sino un ejército con un país". Lo que nadie sabía es hacia dónde se dirige el país y eso es lo que preocupa aquí, por el temor a que Egipto siga los pasos de Irán y se convierta en un régimen enemigo controlado por islamistas.

Este es un temor especialmente grande porque Estados Unidos ve toda la situación en el Próximo Oriente a través del prisma de Israel, su principal aliado en la zona y esto es algo que también explica los titubeos de Washington que ha ido ajustando su visión a las necesidades israelíes.

Así, por ejemplo, la actitud favorable a la protesta popular fue calificada de "traición" porque el régimen de Mubarak ha sido muy favorable a Israel y automáticamente los medios informativos y los comentarios oficiales pusieron el acento en el riesgo que los hermanos musulmanes y el radicalismo islámico pueden representar.

Pero Washington tiene una posición más difícil que Israel, pues baila en la cuerda floja entre la influencia de tiene en Egipto gracias a los 1.300 millones de dólares de ayuda anual, y la necesidad de evitar cualquier protagonismo a causa de su mala imagen en el mundo árabe.

Esta falta de protagonismo ha causado aquí sorpresa y hasta consternación, porque la ven como una señal de que su país ha perdido influencia en el mundo y hay quienes hasta echan de menos la quema de banderas americanas o los gritos de 'yankee go home', aunque las señales de 'yes, we can', el uso de Facebook en los teléfonos móviles y las pancartas en inglés tan solo pueden entenderse como una victoria cultural de Estados Unidos.

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