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Egipto y la hilera del dominó

Egipto y la hilera del dominó

jueves 03 de febrero de 2011, 17:14h

Pareciera estar desatado un efecto cascada que bien podría cambiar la faz de esa región

La difusión de la democracia se convirtió en uno de los temas centrales de la pasada Administración Bush. Ello entraba en sintonía con las creencias de su sector más influyente en política exterior: los neoconservadores. Conocidos como "imperialistas democráticos", éstos enfatizaban la superioridad del modelo de sociedad norteamericano y la necesidad de proyectar éste por el mundo. Enfrentado al reto del terrorismo islámico, el gobierno Bush definió una curiosa estrategia, cónsona con la manera de pensar de este grupo. En lugar de luchar de manera paciente y sistemática contra esta amenaza, enfatizando las labores de inteligencia y la cooperación con los gobiernos amigos, se prefirió presentar a la democracia como un antídoto frente al islamismo. A tal efecto se escogió a Iraq, que no era ni arte ni parte en ese conflicto, para llevar a cabo una operación de cambio de régimen, susceptible de desencadenar un proceso de apertura democrática en la región. Es decir, un "efecto vitrina" apto para poner en marcha un círculo virtuoso de cambio. De más está decir que la desconexión entre ideología y realidad produjo resultados nefastos que en nada contribuyeron a propiciar la difusión de este modelo en esa parte del mundo.

A varios años del experimento anterior, el tema de la democracia en el Medio Oriente está de nuevo sobre el tapete. Solo que en sus propios términos y no como resultado de una imposición foránea. Si algún antecedente pudiese encontrarse a lo que hoy ocurre, sería el colapso del comunismo en Europa Central y del Este en 1989. Allí, la caída del primer dominó desencadenó la de la hilera entera. Lo sucedido en Túnez, al igual que lo acontecido en Polonia en junio de 1989, pareciera estar desatando un efecto cascada que bien podría cambiar la faz de esa región. Todo dependerá, sin embargo, de lo que suceda en Egipto.

Allí, al igual que en varios de los países de Europa Central y del Este, la palabra final la tienen los militares. Si ocurriese como en la República Democrática Alemana o en Rumania, donde las Fuerzas Armadas se negaron a enfrentar a las masas y retiraron su apoyo a Honecker y a Ceausescu, Mubarak tendría sus días contados y nada detendría ya la caída de la hilera de dominó regional. Es cierto que aún no se ha llegado a ese punto y que la presencia de las tropas en las calles de El Cairo, Alejandría o Suez, es todavía disuasiva. No obstante, de seguir la presión incesante de las masas, inevitablemente se llegará al momento de decidir. Es por ello que el Presidente egipcio se ha preocupado básicamente por consolidar su control sobre los militares. Al designar a su jefe de Inteligencia Omar Suleiman, como vicepresidente, está colocando a su diestra a la persona que mejor conoce, y a quien más temen, los generales. Olvida, sin embargo, que bien podría repetirse el ejemplo de Irán en 1979, cuando los soldados dejaron de obedecer a los generales y se plegaron a los manifestantes. Mientras más tiempo pasen las tropas en la calle, mayor es el riesgo de que esto último ocurra. De esta ficha depende la hilera entera.

 altohar@hotmail.com

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