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Y Zapatero vuelve a sonreír

martes 01 de febrero de 2011, 12:30h
   Desde hace días el presidente Zapatero se prodiga en los medios de comunicación como queriendo recordar que continua ahí, que aún no se ha ido. Al presidente se le nota más tranquilo, aliviado diría yo, después de haber cerrado con sindicatos y patronal el acuerdo sobre el futuro de las pensiones. Un acuerdo en el que nadie sale ganando, me refiero a Gobierno y sindicatos, pero en el sí salimos perdiendo los futuros pensionistas.

   Pero volviendo a Zapatero, lo cierto es que el pacto sobre pensiones supone para él un balón de oxigeno, incluso se le ha borrado ese rictus de angustia que llevaba dibujado en la sonrisa.

  Sonrisas aparte, el presidente tiene una batalla perdida, la de que no se hable sobre su sucesión. No hay día en que los periodistas no preguntemos a cualquier dirigente socialista con quien nos topemos sobre el futuro de Zapatero, y las respuestas revelan que le dan por amortizado por más que se deshagan en elogios y aseguren que la última palabra la tiene el propio presidente y que si él quiere puede continuar.

   Sin duda, si Zapatero quiere podría ser cabeza de cartel en las próximas generales, incluso presentarse para rematar su sacrificio y luego dejar el camino desbrozado a quien le suceda. Pero en las filas socialistas lo que de verdad aguardan, me atrevo a decir que lo que de verdad quieren, es saber la fecha de su marcha y a partir de ahí intentar salvar los muebles. Por eso, el pasado fin de semana en la cumbre autonómica de Zaragoza han resultado un tanto patéticas esas declaraciones de fe en el liderazgo de Zapatero. Cuanta más coba le daban más resultaba evidente la fragilidad de ese liderazgo que aclamaban.

   Les contaré algo: antes a Zapatero se le temía y eran pocos los que se atrevían a criticarle, incluso en privado los disidentes temían que las paredes oyesen, y ya saben que el presidente tiene fama de no perdonar a quienes se le oponen. Ahora, ya se le critica abiertamente o, mejor dicho, se critica la política que ha llevado a cabo y cuyas consecuencias estamos padeciendo.

   En los últimos tiempos es bastante habitual escuchar a algunos socialistas decir que en realidad Zapatero ha sido un gran reformador de costumbres, pero poco más. O sea, que de socialista poco, por más que José Blanco no haya conocido mejor socialista que Zapatero. Blanco le será leal hasta el último momento, y acaso unos cuantos más, pero me temo que cuando caiga el telón muchos de los que hoy le aplauden, de los que se han beneficiado del zapaterismo harán lo imposible por convencer al personal que ellos realmente callaban pero no le apoyaban. Ya verán.

   Por lo pronto, el presidente ha recuperado el tono y la sonrisa y va por las teles y radios intentando explicar su política y sobre todo sacando pecho por el acuerdo sobre pensiones. Disfruta de esta tregua que le ha permitido despejar el fantasma de la huelga general. Incluso se permite ser optimista y nos anuncia que en la segunda mitad del 2011 se empezará a crear empleo. Ojalá tuviera razón, pero el caso es que sus previsiones, hasta el momento, no se han cumplido, de manera que pocos le hacen caso. Pero dicho queda.
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