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Quieren asfixiarnos

Quieren asfixiarnos

sábado 22 de enero de 2011, 10:15h
El Gobierno aprobó en su último Consejo de Ministros dotar 80 millones de euros para ‘publicidad institucional’, lo que para algunos es, más que una necesaria comunicación entre el Estado y la ciudadanía, una 'pura y dura propaganda' del Ejecutivo de turno y de sus realizaciones. Obviamente, el Ministerio del Interior, que comanda Alfredo Pérez Rubalcaba, se lleva la parte del león de esta cantidad –menor, cierto, que la de años anteriores--, lo que podría resultar sugerente a la hora de preguntarse por los planes sucesorios en el PSOE.

Pero, para nosotros, no es esa la cuestión. La cuantía aprobada por el Gobierno puede parecer insuficiente, ajustada o excesiva, y tampoco queremos entrar ahora, cuando aún nos faltan algunos datos importantes,  en un toma y daca de acusaciones que alguna vez pueden resultar demagógicas. Cierto: el Gobierno de Zapatero ha impuesto una mayor racionalidad que otros anteriores a la hora de ‘hacerse publicidad’, o de comunicar a los electores las cosas que se hacen y las que se piensa hacer. Pero nos tememos que sigue la arbitrariedad a la hora del reparto del pastel.

El equipo de Zapatero vive, como todos sus colegas occidentales, la revolución en el mundo de la comunicación como un espectador interesado, pero poco activo. Lo que al Gobierno español, y a todos los demás gobiernos del mundo, le interesa es no resultar demasiado zarandeado por los medios que ellos leen, escuchan y ven, y ahí comienza lo viciado de ese reparto de fondos ‘institucionales’. Las promesas de ayuda a la prensa de papel no llegan del todo –es la crisis, señores--, aunque algo se esté haciendo y se haya hecho ya, más o menos bajo cuerda: ¿quién va a publicitar estas cosas, sobre todo cuando es beneficiado?  La televisión pública se quedó sin publicidad para satisfacción de las cadenas privadas, y el papel ha recibido garantías de que, como ha ocurrido en Francia y, en menor medida, en algún otro país europeo, tendrá ayudas extra. 

Lo que ocurre es que el panorama de los medios de comunicación ha cambiado ya de manera radical. La prensa de papel ve disminuir sus tiradas, mientras esos mismos periódicos, en su versión digital, crecen, lo mismo que otros muchos periódicos on-line que no tienen correlación con la misma cabecera en papel. Las televisión digitales se multiplican, y la influencia de sus informativos y tertulias, más o menos válidas, más o menos sesgadas, también, haciendo disminuir los espectadores y, por tanto, la influencia de las televisiones ‘generalistas’. Un panorama preocupante para los grandes y medianos editores, pero también para los medios que pretenden ser solventes en la Red, que contemplan cómo hay ‘francotiradores’ en Internet que se multiplican al olor de los bajos costes y aún aceptables rendimientos a cambio de inversiones muy escasas.

Ocurre, no obstante, que la realidad va muy por delante de lo que el Gobierno, o las asambleas de editores, quieren. El Ejecutivo de Zapatero, como sus antecesores, recibe las lógicas presiones de las organizaciones editoriales, cuyos responsables ven alarmados cómo bajan las tiradas y disminuye la publicidad. Miles de periodistas se están quedando en la calle ante la baja rentabilidad de la mayor parte de los medios informativos, cuya oferta numérica es ya muy superior a la demanda y muchas veces también a una mínimamente exigible calidad. Quiere decirse que hay muchos medios –televisiones, radios, prensa de papel y prensa digital—para el mismo número de consumidores y para la misma, si es que no se ha reducido, tarta publicitaria.

Esta merma de calidad también nos afecta a los medios digitales, que proliferan de manera muy poco acorde con las puras leyes del mercado; hoy, todo periodista o comunicador que se queda en el paro o no accede a un puesto de trabajo ‘monta su chiringuito’, en expresión que hemos escuchado a un responsable de una central de compras publicitaria. Este subsector carece de unidad de acción, de influencia ante las administraciones y de representatividad; es, al fin y al cabo, lo que interesa a los medios tradicionales consolidados, que ven en los periódicos y webs on-line una formidable amenaza potencial…cuando las imprescindibles fusiones y sinergias se produzcan. 

Y, entretanto, el Gobierno, los gobiernos, mantienen su política de ‘ayudas institucionales’ atada a los viejos cánones y a lo que ordena la tradición. Los medios independientes en Internet no reciben ni las migajas de esa ‘publicidad institucional’ aun  cuando su número de visitantes, y la extensión de la geografía que abarcan, justificase cuando menos un cierto replanteamiento de la situación. Sí, la prensa en Internet es más molesta, más irreverente, a veces más arriesgada –y el que mucho arriesga corre un mayor peligro de errar o de ser injusto--; pero ahora tiene un dinamismo que hace que el público se decante crecientemente por ella para informarse, para divertirse y para participar interactivamente. ¿Pueden los poderes seguir dando la espalda a esta realidad tan palpable? Desde luego, el Gobierno de Zapatero (y de Rubalcaba) ya vemos que sí. Nos queda al menos el derecho al pataleo: conste en este modesto rincón nuestra protesta. Lo decimos como lo sentimos: quieren asfixiarnos.  


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