miércoles 19 de enero de 2011, 21:32h
Es mentira que nos preocupe la juventud y su futuro. La oligarquía financiera ha ordenado a los gobiernos salvar primero a los bancos, después a las multinacionales, y por último a la gente. España ha sido un ejemplo de cómo hacer cosas desprovistas de toda finalidad práctica. La única función de los quehaceres nacionales, antes, ahora y después, ha sido, es y será incentivar las ganancias de los opresores llevando a cabo obras sin ton ni son, como polígonos industriales, urbanizaciones, barrios gigantes, autopistas de peaje, polideportivos, canchas de tenis, canchas de padel, museos del vino, mariposarios, etcétera, como homenaje al valor social de la época: el cemento.
El ideal que se exaltó y se exaltará hasta nueva orden, es el consumo. La gente, que otrora compraba ramitos de violetas al son de “La violetera” del maestro Padilla, se pasó al cemento alentada por un gusto estético nuevo, la letra bancaria, que a treinta años vista dice así: “Cómpreme usted este pisito / ‘pa lucirlo en el ojal…”. Con esta versión, indigna de Sarita Montiel, el ciudadano creyó alcanzar los más altos destinos del homo faber, dejando para más adelante la condición de homo sapiens que le exigía pensar. Los jóvenes se encuentran ahora con este legado, un préstamo impagable, un piso embargado, una amargura, y sobre todo: miedo.
Los jóvenes ya no creen en los hombres justos, buenos, obedientes, porque el capitalismo se aprovechó del silencio de esos corderos. Los añosos aborregados sentían en vez de pensar, y quien siente ve la vida como una tragedia, mientras quien piensa la ve como una comedia o, mejor dicho, un sainete. Los jóvenes ya no se fían de la retórica gubernamental, del mandatario soez que compara el incremento del precio de la luz con lo que vale un café, del que metaforiza con el precio del garbanzo, el tomate o el billete de autobús. El futuro, con estas bestias en el poder, no es más que un más allá no más fiable que el de las mentiras fundamentales de la Iglesia. El “monótono-teísmo” del que hablaba Nietzsche. El Papa sigue sin entregar sus riquezas a los pobres, y resulta obsceno ver a ese señor rodeado de oropeles y hablando de los desamparados por la gracia de Dios. El futuro que dejamos a los jóvenes es una especie de cloaca donde abrevan los sumisos, con perdón de las moscas. En esta tesitura, el lenguaje vigente no es más que el sostén del narcisismo, el bien decir retórico de estupideces en vez del bien pensar.
Es mentira que nos preocupe la juventud y su futuro. Con este marco, reglas de juego, molde democrático, discurso vacío, gobierno y oposición obsoletos, en fin, no hay más salida que “revitalizar el consumo”, que es como revitalizar la drogadicción tras la muerte de los drogadictos. La gloria efímera de España y el neocapitalismo no se basó en una política distributiva, integradora, socializadora de la riqueza, sino en la acumulación, en la codicia que perdurará si los jóvenes no se deciden a pensar, tarea difícil con el legado que reciben.
Eduardo Keudell. Periodista y escritor.