La historia de Tierno como primer edil de la capital comenzó tras las primeras elecciones municipales que se celebraban en España tras la dictadura franquista. El 3 de abril de 1979 los resultados electorales -el 39 por ciento de los votos logrado por el PSOE junto al 14,6 por ciento del PCE- permitieron a la izquierda formar gobierno. Enrique Tierno Galván se convertía entonces, y hasta su muerte en 1986, en alcalde de Madrid.
Durante sus casi siete años al frente del Ayuntamiento llevó a cabo importantes reformas. Desde el cambio de nombre de calles y plazas que mantenían vestigios del franquismo hasta la municipalización de las líneas de autobuses periféricos, pasando por la inauguración de Mercamadrid, la potenciación de la remodelación de los barrios o la puesta en marcha del Plan de Saneamiento Integral que supuso la limpieza de las aguas del Manzanares. Esta última medida le permitió llevar a cabo, el 22 de septiembre de 1984, la famosa
suelta de patos y peces, que resultó ser una auténtica fiesta y un símbolo de su mandato.
"La pretensión de Tierno era humanizar la ciudad", afirma
Luis Conde, periodista retirado de TVE que fue el último en entrevistar al polifacético regidor. "Era un hombre muy urbano, que estaba convencido de que cualquier barrio tenía que estar dotado con todos los elementos necesarios -polideportivo, centro de salud, comercios, etc.- para que sus vecinos no tuvieran por qué salir de él", añade.
Conexión con los jóvenes
El 'viejo profesor', como era conocido, hizo además grandes esfuerzos por devolver el carácter lúdico y festivo a las calles de Madrid. Puso especial énfasis en potenciar los festejos tradicionales y desarrollar lo que luego se conoció como
La Movida madrileña de los 80. El alcalde, pese a que ya pasaba de los 60 años, apostaba por la cultura callejera y no dudaba en ir a a conciertos de rock. De hecho, durante un festival celebrado en el Palacio de los Deportes en 1984 pronunció su célebre frase
"¡Rockeros: el que no esté colocado, que se coloque... y al loro!", lo que provocó que la derecha le acusara de hacer apología del consumo de drogas.
Aquella conducta hace, 25 años después, que algunos le consideren que "era un hombre muy divertido que se 'enrollaba' mucho con los jóvenes". Así opina Angelines, una ama de casa de 46 años que por aquel entonces iba a la Universidad: "Nos entendía, cosa que ahora los políticos no hacen. Yo no creo que Gallardón entienda a la juventud madrileña". Sin embargo, para otros, esas actitudes eran vergonzosas en un alcalde: "Le decía a los jóvenes que fumaran porros. Por su culpa empezó el botellón. A mi me gustaba mucho más Manzano", comenta Marina, una señora de 80 años, mientras pasea con su marido por el paseo de Recoletos.
Lo cierto es que la imagen de Madrid comenzó a proyectarse hacia el exterior como un símbolo de modernidad y vanguardismo. Nunca antes la población se había sentido tan unida a su regidor. Los
bandos municipales se leían con interés y eran coleccionados por los madrileños. "Tierno tenía una personalidad muy singular. Era un ilustrado ambicioso, agnóstico y republicano. Había sufrido en primera persona la represión franquista y había perdido su cátedra. En el año 79 Madrid necesitaba ser cambiada y él, junto con un equipo de gente joven, emprendió una lucha para cambiarla", afirma
Pedro Montoliú, el cronista de la Villa y director de Madridiario que entonces cubría la información municipal.
"El mejor alcalde de Madrid"
Ese espíritu de lucha caló entre la población. Santiago, de 56 años, conserje de finca, asegura que "sin duda ha sido el mejor alcalde de Madrid". "Era una persona humilde que conectaba con la gente, los políticos de ahora son todos unos impresentables". Esta opinión es compartida por Tomás, un ingeniero de minas de 52 años: "Tenía una forma de llevar la ciudad muy ecuánime, era muy amable y no despotricaba. En estos tiempos ahora eso es rarísimo".
Otros, como Juan Luis, un fotógrafo de 58 años, no se creen tanta integridad. "Tenía una ética política que hacía que le cayera muy bien a la gente pero era un alcalde muy
de figurar". En cualquier caso, la mayoría de madrileños parece que le siguen teniendo aprecio: "Fue un alcalde excelente que se preocupaba por la ciudad, era un demócrata total y absoluto", sostiene el poeta y catedrático de Literatura
Joaquín Benito de Lucas.
Tierno Galván
se ganó el respeto de su ciudad. Siguió trabajando hasta el final de su vida, pese a tener diagnosticado un cáncer terminal de colon. "Los últimos días estaba muy mal, tenía el iris enrojecido y causaba angustia verle", recuerda Conde.
El cariño que la ciudad le profesaba se puso de manifiesto el 21 de enero de 1986, día de su entierro. Decenas de miles de madrileños salieron a las calles para llorar su muerte, convirtiéndose en una de las concentraciones más multitudinarias que habían tenido lugar en la capital.
El pasado lunes el ex alcalde
Juan Barranco presentó una agenda de actos que
le rendirán homenaje desde este miércoles y durante las próximas semanas. De aquel alcalde que convirtió el bando en una pieza literaria vale recordar un objetivo -
"Vamos a intentar que los gorriones vuelvan a Madrid"-, un propósito -
"Los bolsillos de los gobernantes deben ser de cristal"- y una afirmación -
"Bendito sea el caos, porque es síntoma de libertad"-. No es extraño que un cuarto de siglo después, los vecinos de su villa no le olviden.
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