El duro invierno que ha soportado el país, quizás el más fuerte en la memoria reciente de los colombianos, ya ha alcanzado niveles alarmantes, y lejos de menguar, con el transcurso de las horas y los días, las tragedias que este fenómeno produce son cada vez más desgarradora.
A los departamentos de Atlántico, Antioquia, Cauca y Caquetá, los más afectados y cuyo mapa no es ni será el mismo después de la ola invernal, se le suma hoy el de Córdoba, en donde al menos seis poblaciones (Tierralta, San Pelayo, Cereté, Valencia, Lorica y Montería) están inundadas debido al desbordamiento del río Sinú, a su vez producido por el exceso en la capacidad del embalse de Urrá. Y es que el pasado miércoles cayeron sobre esta zona al menos 4.000 metros cúbicos de agua por minuto.
Otros de los embalses que se encuentran en alerta roja son el de Miel I, Peñol, Playas, Riogrande, San Lorenzo y Troneras, en el departamento de Antioquia, que ya superaron el 100% de su capacidad de almacenamiento; el de Prado, al sur del Tolima, que está en el 124% de su capacidad y cuyas compuertas tuvieron que ser abiertas hace varias semanas, para dejar escapar el agua. Por su parte, las represas del Valle y el Oriente se acercan a un nivel crítico.
Pero hay otra paradoja peor. Gracias a la abundancia de agua en los embalses, el precio de la energía está hoy a 55 pesos el kilovatio por hora, cuando hace tres meses era tres veces superior, beneficio que, de todas formas, el usuario final no verá reflejado en su factura. La razón, los distribuidores tienen contratos a largo plazo, según explicó
María Zulema Vélez, presidenta de Asciación Colombiana de Generadores de Energía Eléctrica (Acolgen). La reserva hídrica total en el país es hoy del 80,16%, lo que permite la producción del 84% de la energía de consumo interno.
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