Ya se sabe que los viejos troveros, como los rockeros - ahí tenemos a otro de los grandes/grandes, MIguel Ríos, que hace unos días igualmente descerrajó la Puerta de los sueños también en su concierto madrileño, ¡ay!, de despedida-, nunca mueren. Y, además, mejoran. Superan,actuación tras actuación el ya altísimo nivel de anteriores noches. Así aconteció con el directo del polifacético y sublime sin interrupción Luis Eduardo Aute en el Teatro Alcalá Palace de Madrid, presentando su nuevo disco 'Intemperie'.
Pero nadie quedó a la ídem que da título a la grabación, porque la lluvia de buena música, con un Aute pleno de voz en sus más diversos y ricos matices, en los altos y los bajos, en los graves y los agudos, caló hondo en la concurrencia. De principio a fin; del primer bicorne -por seguir con el lenguaje de la lidia que tanto le gusta y defiende- al último ,y de éste a los 5 sobreros 5 -léase bises-. Fue una intensa faena con las nuevas canciones de 'Intemperie', taraceada con algunos de sus éxitos de siempre.
Con esos que forman la banda sonora, la memoria histórica de varias generaciones; que relatan la grandeza de las cosas pequeñas que a todos nos han pasado y que nos ahogan los corazones al volver a escucharlas, cual acontecerá en el futuro con las de 'Intemperie', que se adornan con un sonido muy del siglo XXI y con gran variedad de ritmos y arreglos. Unas y otras sonaron perfectas no sólo en la privilegiada garganta de su compositor, sino también en la instrumentación de cada uno de los 5 musicazos 5 que le acompañan "desde hace siglos", como destacó Aute.
Musicazos y subalternos de lujo
Todos ellos dirigidos por ese torerazo de la guitarra en particular y de los arreglos en general que es Toni Carmona, feliz responsable del 'aggiornamiento' de las viejas canciones -que como los torveros/rockeros nunca mueren- y sus brillantes subalternos de lujo: Igor Tukalo a los teclados, José Vera al bajo, Mario Carrión a la batería, y la multiinstrumentista y bellísima segunda voz, Cristian Narea.
El concierto empezó fuerte pero se disparó al máximo a partir de la esplendorosa versión de 'Aleluya', con un Aute que lo bordó como cantante y como intérprete, una catadura superior al alcance de escasísimos privilegiados. Y ya no bajó de las nubes, desgranando una veintena de sus composiciones. Después, en los bises y tras 'Giraluna' y 'Sin tu latido', se atrevió a recuperar su época de cantautor puro y duro interpretando solo con su guitarra 'Las cuatro y diez', ''De alguna manera' y 'Dentro'.
Para concluir, en pleno éxtasis, en plena comunión compulsiva y laica, olorosa y flamígera con ese himno de lucha, de rebeldía juvenil -Aute sigue sin matar al niño y al adolescente impreso en su espíritu- que lucha contra los teóricos imposibles, que es 'La belleza. Ya con el público en pie y las manos y el alma de cada uno de los presentes rotas a aplaudir, a restallar en sonoras ovaciones, en gritos de 'Bravo', de 'torero, torero', de 'eres el mejor'.
Dedicatorias y belleza
Sería injusto e innecesario olvidar otros detalles del conciertazo: el homenaje de Aute a los recientemente fallecidos Luis García Berlanga y Carlos Edmundo de Ory, así como el recuerdo al pueblo saharaui y la condena a "todos los culpables" de su tragedia, o la sorprendente y brillante entrada de los tambores de Calanda por el patio de butacas cuando Aute cantó la canción dedicada al pueblo y a su idolatrado paisano Luis Buñuel o, en otro orden de cosas, el medido y eficaz juego de luces Y, naturalmente, es menester destacar que el maestro Aute colgó en taquilla el taurinísimo 'cartel de no hay billetes'.
Y es que si pudiera cogerse la pasión de cante hondo y la lírica de su torero ideal, Morante de la Puebla, la pureza de Julio Aparicio y la épica de José Tomás -que también Aute tiene a estos dos últimos entre sus favoritos- y realizar un cóctel, éste sería explosivo... en el más digno y artístico sentido del término. Y es que el maestro Aute es la realización musical de semejante cóctel.
Una figura -y no sólo en la música, también en la poesía, el dibujo, la pintura-, un intelectual socialmente comprometido con su tiempo, tan contrario a los explotadores como apoyador de los desfavorecidos y los perdedores. Un relámpago que ilumina estos tiempos de intemperie. Una figura, se insiste, que perdurará 'per omnia saecula saeculorum'. Y que este 15-N sumó otra gloriosa Puerta Grande. Y olé.