Imprescindible Marcelino

Se ha ido con el uniforme de combate puesto. El jersey Marcelino cobijará para siempre su noble osamenta. Siempre fue así y así seguirá siendo. Se lo tejió Josefina para protegerle del frío de las siniestras cárceles franquistas, las que llenaron millones de españoles como él que no salieron de allí hasta que se aseguraron que ninguno de nosotros las ocuparíamos ya jamás por pensar distinto y decirlo en alto. Era la prenda de la rebeldía de los proletarios del mono, de los obreros de cuello duro que pararon fábricas y se negaron a ir al tajo las veces que hicieron falta para que los trabajadores tuvieran al fin derechos y sindicatos que los protegieran. Ese jersey forma parte de la iconografía de la transición. La lana de punto grueso, cremallera de arriba abajo y cuello vuelto daba calor a quienes se quedaban helados de tanta miseria y padecimientos como pasaron pero que tan generosamente los dieron por bien empleados al alumbrar la transición democrática. No hay constancia de que conociera personalmente a su camarada comunista Bertolt Brecht. Pero una de sus frases célebres del filósofo y dramaturgo alemán parece inspirada en la vida de nuestro incansable luchador del jersey con cremallera, de Marcelino Camacho:

 “Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles.” Marcelino  sí que fue imprescindible.