Todas las figuras del toreo menos la más importante, taquillera y mediática están peleándose, con mayor acierto, por ayudar a la Fiesta ante la prohibición en Cataluña y otros ataques pasados, presentes y futuro. Todas menos la que más podía echar una mano:
José Tomás. Ni se reunió con ellos en las citas previas de los meses de agosto y septiembre, ni ha hecho declaraciones sobre la grave problemática y polémica actual, ni -lo que es peor- ha acudido a las diversas entrevistas de los
Juli, Perera, Cid, Ponce, Cayetano, Mananzares y otros mandatarios del escalafón con los políticos.
La guinda estuvo en la del pasado miércoles con el ministro del Interior, en la que
Alfredo Pérez Rubalcaba accedió, tras consensuarlo con su colega en Cultura,
Ángeles González Sinde. a que
las competencias sobre los toros pasen de su cartera a esta última. Una reivindicación histórica cuyo logro celebraron ampliamente los matadores tras la entrevista y se ha celebrado entre los profesionales.
Pero, con su extraña política de silencio, impuesta por su apoderado
Salvador Boix, el 'mesías' sigue guardando silencio, para extrañeza no sólo de los aficionados y de sus propios seguidores, sino también de sus compañeros que le critican duramente en privado, aunque en público no quieran pronunciarse. Tan increíble como impresentable lo de un José Tomás que, por expresarlo en los ricos términos taurinos que adornan al español, 'se tapa' y esconde tras un burladero,el del mito inalcanzable y por encima del bien y del mal.
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