La excelente compañía teatral Mirage acaba de representar Lázaro, un espectáculo basado en el Lazarillo de Tormes, en la sala madrileña Tribu Eñe. Y ¿qué ha hecho Mirage con el Lazarillo de Tormes, esa novela del siglo XVI, que, junto con el Quijote cervantino, mejor resiste el paso del tiempo en nuestra literatura? Ha hecho lo mejor que podía hacer: adaptar con absoluta libertad su espléndida trama, que es el mejor espejo de cómo un paria puede llegar a sobrevivir en una sociedad, que, en el terreno social, es similar a la nuestra, porque las diferencias de clase son espeluznantes. Lázaro es el paria, que logra integrarse en la sociedad, porque renuncia a su honra, un privilegio que detentan sólo las clases económicamente fuertes. Pero ¿quién condenaría a Lázaro por renunciar a su honra tras conocer las durísimas condiciones de vida con las que ha tenido que pechar? Como bien decía
Bertold Brecht, que tan bien conocía y condenaba la opresión de los económicamente débiles, “el pan primero, la moral después”.
El embrión del magnífico espectáculo Lázaro surgió en 2009 en el Instituto Cervantes de Londres. En julio de 2010, la criatura, que ya había aprendido a andar, se estrenó con éxito en el Festival de Teatro Clásico de Almagro. Ahora, acaba de presentarse en la sala Tribu Eñe, con el aforo lleno, y el público ha reaccionado con entusiasmo. Lázaro aúna teatro, música y, en algunos momentos, también mimo. Su deuda con el Lazarillo de Tormes, el libro que todos los prosistas deberían tener de cabecera, en ningún momento es un lastre para la sórdida historia de amos y criado que se cuenta. Es, más bien, todo lo contrario. La trama del Lazarillo de Tormes es la columna vertebral de Lázaro. Después el gran talento del director de la obra, Juan Ayala, y de Miguel Oyarzun, responsables de la dramaturgia, crean para el público un espectáculo original, fruto de la profunda asimilación del teatro clásico y del teatro contemporáneo por parte de estos dos dramaturgos. Es también excelente la interpretación de los actores
Miguel Oyarzun, Daniel Gallardo y Miguel Pérez. La música de
Tim Bamber, la escenografía de
Tomás Muñoz y
Anabel Strehaiano, el vestuario de
María L. Madrigal y
Abraham Diallo y la producción de
Isla Aguilar han puesto en órbita este espectáculo, que derrocha talento.
www.ramonirigoyen.com