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El vecino incierto

El vecino incierto

sábado 14 de agosto de 2010, 20:03h
   Solo a los peninsulares nos han sorprendido los acontecimientos de la frontera entre Marruecos y Melilla. Los melillenses, y qué decir de los policías encargados del paso fronterizo, sabían lo que ocurría, pues no es nuevo que se produzcan incidentes. Ni nuevo ni sorprendente teniendo en cuenta que al cabo del día son miles de personas las que cruzan de Marruecos a Melilla y no cabe decir que la dotación policial sea especialmente numerosa, tal y como aseguran los responsables de las FSE. Y una cosa es que surjan incidentes que se solventan sobre la marcha y otra bien distinta que se organice toda una campaña, otra más, por parte de este vecino nuestro que es Marruecos. Un vecino insoslayable, con el que es necesario mantener unas buenas relaciones por muchas críticas que merezca y desde luego las merece un régimen como el presidido por Mohamed VI.

   Sabiendo de las diferencias, de las eternas y absurdas reivindicaciones marroquíes sobre dos ciudades españolas que nunca jamás han pertenecido al reino marroquí y teniendo en cuenta los mil y un esfuerzos que el Gobierno ha hecho para que las relaciones entre ambos países transcurran dentro de los márgenes  razonables, los españoles tenemos derecho, cuando menos, a que nuestro vecino no sea un vecino incierto; es decir, un vecino dispuesto cada vez que se le ocurra a tensar la cuerda y de paso tomar la medida al Ejecutivo de turno.

   Ahora la disculpa son supuestos malos tratos por parte de las FSE a los marroquíes que cruzan la frontera. La realidad es que más de uno se ha negado a aceptar la autoridad de una policía porque a estas alturas de la historia son incapaces de ver en una mujer a un agente de la autoridad. Naturalmente, la primera medida debiera ser no retirar del lugar ni a una sola mujer policía. Al contrario y a partir de ahí que alguien, de manera oficial y cierta, nos explique qué ha pasado. Que ha ocurrido para que el Rey tenga que llamar a Rabat, y que ocurre para que el vicepresidente nos diga que las relaciones con Marruecos son "magnificas" mientras en territorio marroquí hay carteles ofensivos hacia las FSE y que la policía marroquí contempla todo como si tal cosa. ¿Se imaginan que hubiera dicho Rabat si esos carteles estuvieran en Melilla? Si esto es tener relaciones "magnificas", es mejor no imaginarse qué tiene que ocurrir para calificarlas de otra manera.

   Si se cumple lo anunciado por los colectivos que organizan el boicot de alimentos, a partir de pasado mañana lunes este se reanudará pero ampliándolo a materiales de construcción primero y, luego, impidiendo el paso a las mujeres que trabajan en domicilios melillenses. No les importa, al parecer, hacerse daño a sí mismos y a la Administración española no le debería importar lo más mínimo, sino todo lo contrario, garantizar desde ahora mismo el suministro de alimentos a los mercados melillenses.

   Estos colectivos no son muy numerosos, pero si están bien organizados.  El número de gentes que los forman es secundario. Lo importante, lo que enfada sobremanera es que todos sabemos que no hay colectivo en Marruecos, grande o pequeño, que haga algo no consentido por el Gobierno; es decir, por Mohamed VI, a quien la llamada de su amigo el Rey de España no ha parecido conmover.

   Es bueno no precipitarse y dar un margen para ver el desarrollo de los acontecimientos; pero si como se ha anunciado el boicot de alimentos y personas efectivamente se produce, ya no habrá margen para este silencio espeso que destila el Gobierno, que de manera deliberada, pero no es seguro que acertada, ha optado por dar "bajonazo" al asunto, no darle importancia "oficial". Esto que para algunos es interpretado como prudencia, me temo que pueda transpirar una pizca de miedo. Miedo a decir una palabra más alta que otra y que Mohamed VI se moleste. No se trata de "mano dura", pero si de contundencia diplomática, porque hay momentos y regímenes que sólo entienden ese lenguaje y todo apunta a que el Gobierno marroquí es el único que entiende.  Hay que confiar en Rubalcaba, que cuando quiere se explica de maravilla.
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